Ciudad de México
Con su ópera prima "Simón", el cineasta venezolano Diego Vicentini no sólo denuncia tajantemente las atrocidades de una dictadura, sino que expurga sus propias deudas como emigrante.
Porque el filme, el más exitoso en salas de su país en los últimos seis años y que ya está en salas de México, cuenta la historia de un joven que salió de su tierra rumbo a Miami para alejarse de la persecución tras haber sido apresado y torturado por liderar las manifestaciones estudiantiles.
"Me fui de Venezuela a los 15 años, ahora tengo 29, sólo he conocido una dictadura, no conozco otra cosa; mi familia y yo nos fuimos por la crisis, la inseguridad, nos robaron la casa, había secuestros...
Mi generación vivía dos realidades: la del sueño americano, por un lado, y la de las matanzas a los estudiantes, en 2017; fueron 100 días consecutivos de represión. Eso me generaba cierta culpa, no estaba yo allá, así que filmar esta película era una forma de contribuir a la lucha por la libertad", explicó Vicentini en videoentrevista.
Después de hablar con amigos, conocidos y otros migrantes que sufrieron la represión del gobierno venezolano, Vicentini armó un guion que conjuga varias historias.
El protagonista es Simón (Christian McGaffney), no inspirado en una sola persona, sino bañado de varios perfiles, quien es líder de un grupo de estudiantes que protesta en las calles del país, hasta que es detenido y torturado junto con otros compañeros, uno de los cuales muere.
Simón, entonces, huye a Miami, donde intentará pedir asilo político, al tiempo que lidia con el estrés postraumático y la culpa por no regresar a su país a seguir la batalla.
"Ese es un sentimiento que todavía de cierta manera sigue presente con los venezolanos acá en Estados Unidos, es algo universal, es una culpa que te atormenta", reconoció.
Pero a Vicentini la vida le puso de nuevo una oportunidad. El filme ha conquistado la taquilla gracias al boca a boca, aunque con la guillotina de la censura amenazando con silenciarlo.
La película recibió el certificado de nacionalidad (requisito para exhibirlo en salas), pero con una cláusula que advertía que podía estar en violación de la Ley Contra el Odio y la Convivencia Pacífica, que implica entre 10 y 20 años de prisión.
"Ni siquiera pensábamos que nos iban a permitir proyectarla, es la primera película que toca el tema abiertamente, me sorprendió que nos dejaran estrenar. Y la respuesta de la gente ha sido increíble, en los los últimos dos años en Venezuela el porcentaje de asistencia eran 4 mil personas por título, nosotros llevamos como 110 mil. La gente ha querido salir a verla", compartió.
Recientemente acudió, casi de pisa y corre por miedo a una detención, a presentarla en el marco del Festival de Cine Venezolano, donde ganó el premio a la Mejor Película y otros más. Ello, a su vez, le dio el impulso para que la Academia la eligiera como represente del país en la competencia por una nominación al Goya, de España.
"Todo esto ha hecho un cambio, ahora cargo con la responsabilidad de exponer una denuncia de un país entero, de ser la voz de tantos jóvenes que los mataron, por eso quiero llevar a todos lados esta película.
"La tortura y las detenciones son una puerta giratoria. Dicen que ahora hay 300 presos políticos, pero son más las personas que han pasado por ese sistema, los detienen, los torturan y los liberan, pero quedan quebrados, con miedos, algunos se van de país", sentenció.
ASÍ LO DIJO"Creo que todos los países latinoamericanos hemos pasado por cosas así, torturas, violaciones a los derechos humanos. Habrá bastante entendimiento, ahora es el momento de hablar y atacar todo esto que tanto ha afectado a la región". Diego Vicentini, cineasta