Con gran estética visual

Desde siempre, el ser humano ha sido marcado por mitos y profecías


Desde siempre, el ser humano ha sido marcado por mitos y profecías. La necesidad existencialista de encontrar nuestro origen y definir nuestro presente, pero, sobre todo, orientar nuestro futuro. 

Y son las profecías las que dan color a "Duna: Parte 2".

Han pasado sólo unos días desde que dejamos a Paul Atreides (Timothée Chalamet) en el planeta Arrakis, escapando de los malvados Harkonnen; ahora está con los Fremen, quienes conforman la resistencia en contra de los explotadores, pero la profecía ha hablado y las señales  se están acomodando.

La segunda parte de esta épica retoma del punto donde se quedó la cinta anterior; al tener cierta complejidad la historia -entre diversos planetas, razas y genealogías- no está de más darle una repasada a la primera entrega para tener frescas las narrativas.

Y justo la narrativa es de belleza abrumadora: Villeneuve es experto en crear un estilo visual, en el que los hilos de los efectos digitales se entrelazan en un tapiz cinematográfico terso y sin costuras; imposible detectar en donde termina la fotografía y entra la digitalización.

En ese sentido y pese a las múltiples escenas de acción, batallas y gusanos de arena, hay momentos pausados y oníricos, que nos permiten sumergirnos en esas imágenes y reflexionar sobre sus significados.

El reparto es amplio y cada vez más apantallante: a Chalamet, Zendaya y Javier Bardem, se suman Christopher Walken y Florence Pugh, quienes interpretan al emperador y a su hija, respectivamente. Austin Butler da vida a un excelente villano. 

Pero mucho del interés reside en la ambigüedad ética de personajes como Lady Jessica (Rebecca Ferguson), portadoras del oráculo espiritual y sanguíneo; una hermandad cuyo poder inmenso, está presupuesto en su feminidad: la capacidad de engendrar a otros seres. 

Son esas parcas cósmicas las que encarnan y dan seguimiento a la profecía, que contiene el poder del destino: bendición o maleficio.