KAMPALA, Uganda
La crisis alarma tanto a los funcionarios de salud pública como a los millones de personas no vacunadas, sobre todo las que trabajan en la economía informal, viven de lo que ganan a diario y en caso de una emergencia médica deben pagar con lo que llevan en el bolsillo. Ahora que las unidades de cuidados intensivos agotan su capacidad en ciudades abrumadas por la pandemia, una enfermedad grave equivale a veces a una sentencia de muerte.
África tiene 1.300 millones de habitantes, el 18% de la población mundial, pero ha recibido apenas el 2% de las vacunas disponibles en el mundo. Algunos países del continente aún no han aplicado la primera inyección.
Expertos en salud y gobernantes han advertido reiteradamente que, aunque los países ricos inmunicen a toda su población, ello no bastará para derrotar la pandemia en tanto se propague el virus en países privados de vacunas.
“Durante toda esta pandemia hemos dicho que no estamos a salvo si todos no están a salvo”, dijo John Nkengasong, virólogo camerunés que dirige los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de África. “La cadena se corta por el eslabón más débil”.
Zimbabue, que ha impuesto nuevas medidas de cuarentena debido a un fuerte aumento de muertes y casos entre sus 15 millones de habitantes, ha utilizado poco más de un millón de 1,7 millones de dosis, hecho que atribuye a las dificultades logísticas en los centros urbanos.
Hace meses, las autoridades suplicaban a la población que se vacunara. Ahora se forman filas largas a medida que se acerca el invierno y la variante identificada por primera vez en Sudáfrica se propaga en Harare, donde las casas de apuestas están atestadas de jóvenes, algunos con la mascarilla bajo el mentón y otros sin ella.
Al inicio de la pandemia, muchos países pobres con sistemas de salud frágiles aparentemente habían evitado lo peor. Eso está cambiando.
En Zambia, donde la campaña de vacunación está paralizada, las autoridades dicen que se acaba el oxígeno envasado. Los hospitales de Lusaka, la capital, rechazan a las personas que no exhiben síntomas graves.