Marian Anderson cantó solo media hora ese día en 1939, pero su simple presencia hizo que fuera un momento crucial en la lucha por los derechos civiles. Se presentó por invitación de la primera dama Eleanor Roosevelt después de que Daughters of the American Revolution (una organización de descendientes femeninas de independentistas estadounidenses) se negó a modificar su política de artistas únicamente blancos en su sala de conciertos Constitution Hall.
Anderson admitió sentirse nerviosa en la ocasión, pero como escribió después en su autobiografía: “Podía ver que mi importancia como individuo era pequeña en este asunto. Me había convertido, les gustara o no, en un símbolo, representando a mi gente. Tenía que presentarme”.
Años más tarde le dio otro famoso golpe a la segregación cuando rompió los límites raciales en la Ópera Metropolitana en 1955, abriendo la puerta para cantantes como Leontyne Price, quien triunfaría ahí seis años más tarde.
Probablemente muchas personas en la actualidad saben de ella sólo por esos eventos históricos. Pero Anderson tuvo una larga carrera como concertista con una voz de una sorprendente calidez y grandeza de la que el director Arturo Toscanini dijo alguna vez: “uno tiene el privilegio de escuchar sólo una vez cada 100 años”.
El público podrá experimentar su rica carrera a finales de mes cuando Sony Classical lance una colección remasterizada que abarca su trabajo de 1924 a 1966.
Las selecciones muestran su amplio repertorio que va de arias barrocas a música religiosa y más. Un CD está dedicado a villancicos, otro a su concierto de despedida en Constitution Hall en 1964, cuando ya se había retirado la política de segregación en el foro. El disco final contiene fragmentos de una gira por Asia de 1957, patrocinada en parte por el Departamento de Estado y narrada por el periodista televisivo Edward R. Murrow.