El viaje a San Antonio de Béxar de Jean Louis Berlandier, 1828

La ruta que entre los Presidios de Laredo a Béxar era poco frecuentada y no era del todo segura, ya que en cada paso que se daba se encontraba infestada de Lipanes y Comanches. Debido a que el personal de los Presidios viajaba más frecuente, el camino era menos peligroso.  Los expedicionarios de la Comisión de Límites hicieron un viaje de tan sólo 11 días entre el 20 febrero y 1º de marzo de 1828. Jean Luis Belandier y sus compañeros pronto se formaron una buena idea sobre la geografía de la región. En casi todo el recorrido entre los dos presidios no existía vivienda alguna hasta que llegaron a la misión Espada. En su viaje entre la Ciudad de México hasta Laredo, habían utilizado tan sólo en dos ocasiones las tiendas de campaña, pero en esta parte del viaje estas se convirtieron en el único abrigo en contra del sol, viento y lluvia.  En la Llanura Costera del Golfo de México no se divisaba sus límites. No se advertía otra cosa que coyotes, lobos y las manadas de venados o de antílopes. Abundaban los guajolotes en los arroyos; decía Berlandier que era difícil morir de hambre en esos lugares, si se traía un arma de fuego. Durante el viaje se encontraron a la par con unos pastores que llevaban borregas y ganado vacuno hacia San Antonio. Estos siempre los alcanzaban en la noche en los campamentos donde dormían, pues trataban evitar los ataques de los indios. Por lo que, en el viaje, a los viajeros nunca les faltó carne fresca para comer.  En su diario Berlandier incluye datos sobre la flora, fauna, geología del terreno y los fósiles encontrados en el trayecto; también entrega información sobre los cambios clima que se presentaban diariamente. Después de viajar por cinco leguas y parar en un aguaje conocido como la Parida el día 22 de febrero, y debido a recientes hostilidades de los comanches en el río Bravo, los soldados de la escolta militar se vieron en la necesidad de llevarse a esconder los caballos lejos del campamento. Éste quedo protegido tan sólo por los sirvientes y los arrieros. La caravana estaba compuesta de 50 a 60 personas, carretones, un carruaje, caballería y mulas de carga. Mapa con el tramo del camino de Atascosa a Béxar. Berlandier, circa 1828.---La fauna En el trayecto entre Laredo y San Antonio, las manadas de ciervos eran de 40 a 50 especímenes, no tan numerosas como algunos viajeros aseguraban. Los indios las habían asechado en exceso, que a los expedicionarios no podían acercarse para cazarlos. El número de caballos mesteños o salvajes en el itinerario eran de varios centenares y no millares como insinuaban los criollos y los indígenas de la región.  El coyote era un animal astuto y descarado que desafiaba las armas de fuego que le podía quitar la vida. El botánico persiguió a caballo a uno de estos por 15 minutos; el animal lo anteponía a cierta distancia con notable seguridad y no huía hasta que se le perseguía a todo galope. El coyote no le gustaba huir o escapar, dejaba atrás a su cazador y se detenía para observar sus movimientos. --- El río Nueces Los expedicionarios encontraron el río Nueces con poca agua, dos o tres pies (.60 A .90 m) de profundidad y no excedía los 40 pies (12 m) de ancho. Sauces y fresnos escondían por completo su curso en los puntos más angostos.  Durante la estación de lluvias era una barrera insuperable para los viajeros, quienes se veían forzados a esperar semanas para cruzarlo.  Su canal angosto y arcilloso, lleno de montes, impedida pasarlo en cualquier lugar, por lo que se atravesaba en puntos establecidos.  El General Anastacio Bustamante le había ordenado a uno de sus oficiales, para que se adelantara y arreglara el paso para la expedición.  Con la ayuda de algunos soldados el oficial construyó un ingenioso puente con troncos, ramas y arbustos que impedía se hundieran en el río. Tanto las mulas como los vehículos fueron descargados para cruzarlos, mientras que el menaje fue vadeado por el personal. A las cuatro de la tarde del día 23 de febrero, la Comisión de Límites se estableció inmediato al bosque del río, en una pradera con pasto alto, el cual fue incendiado para colocar el campamento; en los alrededores encontraron los restos de un asentamiento indígena recientemente abandonado. Algunos pescadores capturaron algunos bagres en el río, por lo que Berlandier da una descripción científica sobre este pez que llegaba a tener un tamaño entre seis o siete pulgadas hasta dos pies (.15 a .60 m) de largo. En el bosque del río abundaban los guajalotes, dos fueron cazados para la cena en esa ocasión.  Berlandier da una descripción sobre el ave carroñera conocida como zopilote. Pareciera que seguían a los viajeros; llegaba a alimentarse de lo que quedaba en el campamento, incluyendo carne putrefacta y las heces de los humanos.  El río Nueces no solamente era la frontera entre Tamaulipas y Texas en ese entonces, también marcaba el cambio de vegetación en la Llanura Costera. La vegetación era más abundante hacia el norte. El 25 de febrero, los expedicionarios durmieron en la orilla izquierda del río Frío, el cual se une río abajo con el Nueces. Es fácil de cruzarlo cuando está seco, pero es un río turbulento durante una creciente. En una sola noche podía elevarse más de 15 m de su nivel ordinario.   El día 26 de febrero, el grupo acampo en el arroyo San Miguel. Ahí encontraron un zopilote muerto colgado en un árbol bastante alto con una carta. Los oficiales que viajaban algunos días adelante de los expedicionarios habían dejado la correspondencia. Esta era una de las formas de comunicarse entre los militares y los viajeros en estos caminos desolados. Mapa con el tramo del camino a San Antonio, donde se muestra el río Nueces. Berlandier, circa 1828.--- La tormenta Durante el día 26 de febrero habían dominado los vientos del sur. Ya en el campamento esa noche se veía que la luna desaparecía a través de las nubes. Estando refrescándose los viajeros afuera de las tiendas de campaña, uno de los oficiales experimentados les previno que venía una tormenta; todo cambio de repente y el viento prevaleciente de pronto provenía del noroeste. El viento del sur desapareció y en 30 minutos los destellos de luz, que venían uno tras otros con tal violencia, hacia que el firmamento pareciera estar en llamas. El viento que había traído la tormenta del noroeste dejó sentir una fuerte lluvia, acompañada con granizo del tamaño de nueces de castilla. La granizada duro por 12 minutos mientras que la lluvia se prolongó por otros veinte minutos más, con tal fuerza que en un instante quedo todo el campamento inundado.  Las tiendas de campaña volaron cuando se desataron sus cuñas. Las mulas y caballos se encontraban asustados. Cuando se calmó la lluvia, el viento había enfriado la atmosfera. Empezó a soplar el sur removiendo las nubes y la luna iluminó los montes, reinando el más profundo silencio. El camino estaba inundado y resbaloso, los expedicionarios marcharon entre nopaleras por cinco leguas hasta La Parrita; uno de los lugares más hermosos de descanso en el camino entre Laredo y San Antonio. Durmieron en la parte norte del arroyo, que estaba rodeado de encinos, celtis (almez), olmos y fresnos. La noche fue demasiado fría.  Después del arroyo El Atascoso las nopaleras desaparecían; el día 28 de febrero en la madrugada, el grupo descansó en un arroyo del río Medina, en Ranchería.  Muy temprano continuaron hacia el río Medina por los bosques de encinos y de nogales de nuez dura (hickory).--- Encinar del río Medina A cuatro leguas (16 km) de Ranchería, la Comisión de Límites estaba en medio de un bosque de encinos, en donde había ocurrido la famosa batalla de ‘Medina’ durante la Independencia de México. El 18 de agosto de 1813, el Ejército Republicano del Norte con mil 400 soldados y más de 600 indígenas, al mando de Álvarez de Toledo, fue desintegrado en ese lugar por las tropas realistas comandadas por el General Joaquín de Arredondo. La batalla dejó una estela de cientos de rebeldes muertos, entre mexicanos y angloamericanos, estos últimos de los batallones Voluntarios de Madison y de Washington.  Arredondo terminaba con la insurrección de Texas, después de dos años y medio desde su llegada a Altamira (Tamaulipas), con esta asignación del Virrey Venegas.   Mientras que el General Arredondo había sepultado a sus hombres caídos en batalla, abandonó los cuerpos de los insurgentes, para que fueran consumidos por animales carroñeros.  La expedición de Mier y Terán todavía vio algunos de estos restos regados en la superficie en 1828. José Félix Trespalacios, un insurgente que llegó a ser gobernador de Texas en tiempos de Iturbide, dio sepultura a muchos de los restos en 1822, en una fosa común junto a un encino. El encino tenía una cruz grabada que marcaba el suceso, la cual era remarcada por los soldados del Presidio de vez en cuando.  Del otro lado del bosque los expedicionarios acamparon en una hermosa pradera, ahí los encontró el Coronel Antonio Elosúa, quien tenía el mando militar en Texas. El 1º de marzo de 1828, la Comisión de Límites de Mier y Terán, arribo a San Antonio de Béxar, después de recorrer por las ruinas de las cuatro misiones franciscanas a lo largo del río San Antonio. En el próximo artículo continuaremos con este interesante viaje por ese territorio de Texas, antes que le fuera arrebatado a la República de México.