(Segunda parte)
Desde el jueves 27 de noviembre de 1890, Agustín Sánchez había regresado a Reynosa a despedirse del coronel Nieves Hernández. Ese día había salido el mozo Francisco Peña para la labor donde Francisco de León tenía la caballeriza del 5º Cuerpo de Caballería de Auxiliares. Peña montaba un caballo ballo y llevaba un caballo estirando. De ahí recogió la yegua tordilla que tenía apalabrada con Agustín Sánchez. Francisco Peña le dijo a Agustín que eran las bestias de su propiedad y que las traía de la izquierda del río Bravo, en Texas.
Cuando vino a despedirse del coronel, Agustín montaba un caballo prieto de Peña. Ahí en Reynosa, fue a esperarlo a la estación del tren, pero no pudo acercarse. Tampoco lo hizo en la casa, porque estaba con muchas personas divirtiéndose al “algebres”. Ahí, le dijo a Concepción Martínez que no podía despedirse del coronel en ese momento. Ese mismo día, Agustín Sánchez pasó por Francisco Peña a la labor de Francisco de León, desde donde se pasaron hacia el sur a dormir en la casa de Félix Olivares, en la Laguna Seca.
El día viernes 28 de noviembre, Agustín regresó a la villa de Reynosa a despedirse del coronel Nieves Hernández. Éste le dijo que herrara la yegua que montaba, pues no llegaría muy lejos en su viaje a su tierra en San Luis Potosí. Como no traía dinero para hacerlo, el coronel se ofreció a pagarlo y le dijo que fuera con Ildefonso de León para que llevaran la yegua con un herrero de apellido Trujillo. Más tarde se topó de nuevo con el coronel al pasar por una labor en las inmediaciones de la estación del tren, despidiéndose de nuevo.
De ahí se dirigió a la Laguna Seca, a la casa de Félix Olivares, desde donde agarró el camino hacia el Charco Escondido en compañía de su mozo Francisco Peña y de un hijo de Pedro de León que los acompañó.
La persecución
Fue hasta el día 29 de noviembre que, los habitantes de la casa del coronel Nieves Hernández se convencieron que en Agustín recaían las sospechas de haber robado el prendedor con brillantes en forma de herradura. Fue a las 9 de la mañana de ese día sábado, cuando el subayudante del coronel puso la denuncia ante el Juzgado de Reynosa. El alcalde 3º Constitucional y Juez de la villa emitió entonces el exhorto para que Pablo Luna y Esteban García devolvieran a Agustín Sánchez a Reynosa.
Entre las 10 y las 11 del día, Pablo Luna de 43 y Esteban García de 47 años de edad salieron con el exhorto de la villa de Reynosa con rumbo a la Sierrita. El primero era originario de Matamoros y el otro de Palmilla, Tamaulipas. Ésta pensamos que es la Sierrita de Pamoranes en el actual municipio de Méndez. Agustín Sánchez y Francisco Peña les llevaban algo de ventaja, pues habían salido de la Laguna Seca desde el día anterior, pero tenían las intenciones de darles alcance ese mismo sábado.
Los “seguidores” comieron algo en el rancho Jacalitos, en la casa de la Sra. Lupe. Pablo Luna y Esteban García llegaron a El Charco Escondido (Congregación Garza), a la casa de Pedro León, como a las tres o cuatro de la tarde. Habían recorrido algo más de 40 km hacia el sur de la villa de Reynosa.
Pedro de León les explicó que Agustín, Francisco y su hijo habían llegado a su casa la noche anterior al oscurecer. Agustín Sánchez lo había convencido para que le prestara su carabina calibre 12. Éste le dijo que iba para su casa con la finalidad de traer un dinero, porque pensaba establecer en la villa una casa de comercio y que a su regreso le regresaría su carabina.
Se la prestó debido a que lo había visto hospedado en la casa del coronel Nieves Hernández. Un personaje ampliamente conocido y respetado por los lugareños. Cuando Pedro de León se enteró del exhorto y persecución, les pidió a los rastreadores que le recogieran su carabina, para que se la devolvieran.
Pedro les señaló que el inculpado y su compañero habían salido desde la mañana con rumbo a La Llorona. Los perseguidores salieron de la casa de Pedro en busca de Sánchez y su mozo, llegando a ese punto al oscurecer. Ahí cenaron y preguntaron por los dos individuos que perseguían. Les comentaron que habían tomado el rumbo de Santa Elena, a donde Pablo Luna y Esteban García arribaron en la noche a la casa del caporal. Éste les dijo que las personas que buscaban habían pasado a las cuatro de la tarde por allí, dándoles agua a las bestias en el estanque. Agustín Sánchez y su compañero habían tomado rumbo al rancho de Valerio.
Los rastreadores siguieron en la dirección que llevaba el inculpado y su ayudante, buscándolos con la luz de la luna. Iban por el camino, a ver si en alguna parte veían amarradas a las bestias que montaban Agustín y Francisco. Así fue que, en frente del Charco el Granjeno vieron una bestia que blanqueaba. Por lo que se apearon de los caballos para reconocer el terreno y pronto encontraron a las otras dos bestias. Concertaron ambos en regresar a donde habían dejado sus caballos, para poder encontrar a los dos individuos.
Fragmento de mapa con el camino que iba hacia Méndez y donde se muestra un bosquejo rustico del trayecto donde se encontraba la Sierrita de Pamoranes. En la parte superior se muestra el rancho Valerio, donde los rastreadores pidieron apoyo.
La captura
De acuerdo con Pablo Luna los perseguidos estaban dormidos o mejor dicho acampados en el monte en el paraje llamado Charco del Granjeno. Esteban García reportó que estaban sentados junto a una lumbre. Después de haber rodeado el campamento sin ser sentidos, Pablo y Esteban decidieron pasarse para el rancho de Valerio a pedir apoyo.
Llegaron a la casa de Salomé Sánchez, sirviente viejo de la casa de los señores Vera en Valerio. Pablo le presentó el exhorto que traía del Juzgado de Reynosa, pero el viejo le respondió que allí no estaban los dueños del rancho ni el Juez Auxiliar. Pero don Salomé le dijo que como sea los acompañaría con dos o tres vaqueros.
Estando por salir con aquellos hombres para el punto donde habían dejado a Agustín Sánchez y Francisco Peña, llegó el Juez Auxiliar a Valerio. Éste les manifestó que las bestias que traía estaban cansadas y que además tenía que salir para Santa Isabel a “cortar unas reses”. Les dijo que aquellos tres vaqueros los podían acompañar a desempeñar la comisión que llevaban.
De allí los rastreadores regresaron con los tres vaqueros al Charco del Granjeno, a donde llegaron ya de día. Los primeros les ordenaron a los de Valerio que llegaran a donde estaban Agustín y Francisco corriendo saludos, mientras ellos llegaban a pedirles su rendimiento.
Agustín no opuso resistencia esa mañana 30 de noviembre de 1890. Declaró después ante el Juzgado de Reynosa que lo aprehendieron en un punto delante de Santa Elena, que no podía decir el nombre porque lo desconocía. En el momento que lo habían aprehendido, el mozo Peña andaba para el rumbo de una majada, donde buscaba un real de carne para almorzar.
Pablo Luna, su acompañante y los tres vecinos, al ser de día y al llegar Peña, les pidieron su rendimiento y se dieron por presos. Allí, Pablo le presentó el exhorto y Agustín se enteró de qué lo acusaban. La historia de cómo fue retornado a la villa de Reynosa y el resultado de su juicio será contado en una próxima nota.