Cronista Municipal de Reynosa
Nació de una alteración meteorológica en las costas africanas a finales del mes de agosto de 1967, ya para el 4 de septiembre una aeronave de reconocimiento notó una débil circulación de viento a l este de las Islas de Barlovento, en las Antillas Menores. El día 7 de septiembre, la tormenta tropical fue bautizada como Beulah al poniente de la Isla de Martinica antes de alcanzar las fuerzas de huracán el día 8 de septiembre.
Después de darle una pincelada a la costa sur de la República Dominicana, pasó por la Isla de Cozumel y la Península de Yucatán, dejando una estela de 29 muertos en las islas del Mar Caribe y Yucatán. Dejó 300 mil personas sin hogar y desamparadas en la Península, afectando gravemente la zona henequenera.
El 17 de septiembre el huracán Beulah entró en las aguas del Golfo de México por Progreso en Yucatán; las aguas tórridas del Golfo propiciaron que alcanzara vientos de 260 km/h, logrando una fuerza de categoría cinco en la escala Saffir-Simpson. A las dos de la madrugada del día 20 de septiembre, vientos entre 175 y 218 km/h abatían el litoral costero en las inmediaciones de la frontera entre Texas y Tamaulipas.
A las 6:00 de la mañana del día 20 de septiembre, el ojo del huracán tocó tierra en las lagunas del Barril y la Red en el Municipio de Matamoros, entre la desembocadura del río Bravo y la parte norte de la Laguna Madre de Tamaulipas. Según anécdotas narradas por lugareños de ranchos inmediatos al litoral costero, allá por el año de 1980, observaron que marejadas entraron cinco kilómetros tierra adentro, sustrayendo hacia el mar todo a su paso.
Según los datos climatológicos en el litoral costero de Texas, la marea alcanzó oleajes de hasta 2.86 metros. En el litoral costero de Texas quedaron hasta 255,000 hectáreas inundadas por este proceso.
Con una velocidad lenta y errática, como huracán categoría tres se desplazó al norponiente pasando el ojo por el puerto, al oriente de Brownsville, para moverse hasta Harlingen, Texas. Cerca de ahí, hacia el poniente, como a las 10:40 de la mañana, estuvo el ojo del huracán como a 50 kilómetros al noreste de Reynosa; fue el punto más cercano al que llegó a estar de esta ciudad fronteriza.
Erráticamente siguió hacia el norte, al este, para seguir una ruta hacia el norponiente; estancándose en el área de Alice, Texas, entre las 7 de la noche y la media noche del 21 de septiembre. Debilitado ya como tormenta tropical volteó hacia el sur poniente y continuó hacia la frontera con México, cruzando por el antiguo poblado de Guerrero (Revilla) en las inmediaciones de la Presa Falcón, ya como a las tres de la tarde del 21 de septiembre. Terminó desbaratándose en la sección montañosa de Nuevo León.
En Reynosa
Según registros climatológicos publicados por el Cuerpo de Ingenieros del Ejército Americano del Distrito de Galveston en 1968, los vientos en la zona de Reynosa alcanzaron los 160 km/h el 20 septiembre. La mayoría de los reynosenses permanecieron encerrados en sus casas, pues desde temprano en la madrugada quedaron suspendidas las comunicaciones telefónicas y el servicio de energía eléctrica.
La gerencia telefónica vio que era necesario suspender el servicio debido a los fuertes vientos y la lluvia intensa, ya que árboles se encontraban inclinados junto con los postes, a punto de quedar tirados en el piso. Rodaban botes de basura y otros objetos de gran peso por las calles.
Aquéllos que vivimos el episodio dentro de la ciudad, recordamos que la intensidad de los vientos incrementaba durante la mañana del 20 de septiembre. Volaban por el aire pedazos de láminas que remedaban el vuelo de urracas y cuervos. En el vecindario de nuestra niñez notamos como el viento arrancaba el techo de asbesto de la Iglesia San José, como quien descascara una naranja para comerla.
El cura de esa Iglesia, el padre Díaz, venía de casa en casa pidiendo posada para los ornamentos de la liturgia, nadie le abría porque nadie lo escuchaba. El rugir del viento era ensordecedor, y por momentos no se escuchaban a las personas cuando hablaban en el interior de la casa. El agua caía a chorros que viajaba horizontalmente, ráfagas que no permitían ver quien estaba a unos pasos de la ventana. Mi hermano Beto, descubrió la presencia del padre Díaz, quien muy agradecido dejó en resguardo sus posesiones de la iglesia y personales en nuestro hogar.
Después de las 12 del mediodía, el chiflonazo se fue aminorando al mismo tiempo que el ciclón se retiraba hacia Falfurrias, Texas. Del cielo caía agua como si fuera una cascada, era interminable, estridente y fría.
Tornados
El Beulah es el ciclón tropical al cuál se le atribuye el segundo lugar con más tornados en la historia del Atlántico. Su registro, con su localización geográfica, alcanzó los 115 tornados para los condados en el lado de Texas; ocurrieron algunos tan al norte como los de los Condados de Travis y Burnet, en donde se encuentra la actual zona conurbada de la capital, Austin, Texas. El número total de los tornados registrados ocurrieron entre los días 19 y 23 de septiembre, 67 de ellos durante el paso del huracán el día 20.
El reporte de climatología de Texas (ESSA) de esa época aclara su total desconocimiento sobre los tornados que hubiesen ocurrido en el noreste de México. Como dato curioso sobre el Beulah, el 80% de los tornados ocurrieron entre las tres de la madrugada y tres de la tarde; un número de 29 tornados se concentraron entre las 9 a.m. y las 12 del mediodía, durante esos días.
Daños colaterales
Ese día 20, el Diario de Ciudad Victoria anunciaba que Reynosa había quedado incomunicado por carretera hacia Monterrey y Nuevo Laredo, por los cortes hechos por los arroyos y el río San Juan en Camargo. El fotógrafo, Jesús Cavazos recuerda haber viajado en tráiler para surtirse de provisiones para los damnificados en la bodega de la Conasupo que se encontraba en Matamoros, en esos días de las inundaciones. En su regreso lograron cruzar los puentes en el Culebrón, los cuales fueron cortados inmediatamente por la creciente y otros tramos de la carretera fueron dinamitados para evitar inundaciones río abajo, perdiéndose la comunicación terrestre con esa ciudad fronteriza.
La comunicación con la ciudad de McAllen fue dramáticamente obstaculizada cuando los diques y canales de desahogo fueron saturados rápidamente por el cauce del río, creando un gran estuario entre ambas ciudades. Fueron semanas para que se pudiese abrir de nuevo la comunicación con McAllen. Había una vía alterna para esa ciudad texana; viajando por Río Bravo y cruzando por el puente de Nuevo Progreso, donde se tenía acceso al único puente que cruzaba el canal de desagüe entre la carretera militar y la carretera 83.
En el mes de julio de 1967 se había celebrado la segunda “Feria Industrial, Comercial, Agrícola y Ganadera de Reynosa”, nos cuentan el fotógrafo Jesús Cavazos y el Ing. Carlos Nuño Robles, entonces director de Obras Públicas que pronto las techumbres de la Feria, habilitadas el año anterior de 1966, quedaron casi en su totalidad destruidas. Lo que era la enorme nave del estand ganadero, el palenque y en parte de las instalaciones de la Corona y la Carta Blanca.
Árboles, postes, antenas de comunicación, las torres del Parque de béisbol López Mateos era el escenario del tiradero que habían dejado los vientos de Beulah. Algunos camiones urbanos fueron volteados por el viento en los talleres de doña Tinita Icaza, enfrente de lo que era el Rastro Municipal por el boulevard Hidalgo.
El Ing. Nuño menciona que Petróleos Mexicanos tenía dentro de su código de prevención, anclar con cables y cuñas enterradas en el suelo, techos y todo tipo de estructuras en sus instalaciones, por lo que se evitó daños mayores en la Refinería de Reynosa.
Dentro del municipio, las comunidades rurales y la ciudad, llegaban sumar un total de 146,000 habitantes en 1967. Según uno de los diarios de la época, se encontraban 15,000 personas evacuadas en refugios escolares y la Presidencia Municipal para el 21 de septiembre. La pesadilla apenas empezaba, el cauce del río Bravo y su delta pronto inundarían la región. Esta situación histórica se extendería hasta principios de octubre del año de 1967.
Fotografía aérea del puente El Morillo en la carretera ribereña, la cual quedó incomunicada desde las primeras fuertes lluvias del huracán Beulah. Foto de Jesús Cavazos.