El enviado Zalmay Khalilzad viajó a Doha, Qatar, donde el Talibán tiene una oficina política para decirle que no tiene sentido buscar la victoria en el campo de batalla porque una toma militar de Kabul los convertirá en parias globales. Espera convencer a los dirigentes talibanes que regresen a las conversaciones de paz con el gobierno afgano a medida que las fuerzas estadounidenses y de la OTAN completan su salida del país.
Los insurgentes han tomado cinco de las 34 capitales provinciales en menos de una semana. Están luchando con el gobierno por el control de otras como Lashkar Gah en Helmand, y Kandahar y Farah en las provincias homónimas.
Después de 20 años de presencia militar occidental y miles de millones de dólares invertidos para entrenar y reforzar las fuerzas del gobierno afgano, para muchos resulta inexplicable el colapso de las fuerzas regulares, que en ocasiones huyen de la batalla de a cientos. Prácticamente los únicos que combaten son pequeños grupos de las fuerzas de elite y la fuerza aérea afgana.
El éxito de la guerra relámpago talibán acrecienta la necesidad de reanudar las conversaciones estancadas para poner fin a los combates y crear un gobierno interino inclusivo.
La comunidad internacional y las Naciones Unidas también han dicho que no reconocerán a un gobierno Talibán que tome el poder por la fuerza, pero los insurgentes se han negado a regresar a las negociaciones.
La misión de Khalilzad en Qatar es “ayudar a formular una respuesta internacional conjunta al rápido deterioro de la situación en Afganistán”, dijo el Departamento de Estado estadounidense en un comunicado.