Dos en uno… Pintores del siglo XX

Picasso y Rivera, de la antigüedad a la modernidad, llegan al Museo del Palacio de Bellas Artes

Ciudad de México El Museo del Palacio de Bellas Artes expone desde este viernes la primera muestra que indaga en las relaciones e influencias entre dos de los grandes pintores del siglo XX, Pablo Picasso y Diego Rivera, que establece la presencia que el arte de culturas antiguas tuvo en sus obras modernas, y que da cuenta de las influencias entre uno y otro. “Pablo Picasso y Diego Rivera: Conversaciones a través del tiempo” llega a México tras haberse presentado en 2016 en el LACMA (Los Angeles County Museum of Art). Incluye 45 obras del español y 54 del mexicano, entre óleos, dibujo y gráfica, que se exponen junto a piezas de arte antiguo —grecorromanas y prehispánicas— que fueron referente para ellos, que desarrollaron en sus obras, que alguna vez fueron modelo de un trabajo, que dieron pie a formas, técnicas y soluciones artísticas. CURADORES Con curaduría de Juan Coronel Rivera, Diana Magaloni y Michael Govan, la exposición en Bellas Artes está distribuida en núcleos: “Las Academias”, “Los Años Cubistas”, “América y Europa”, y finalmente un núcleo divido en dos sub temas: “Diego Rivera y Pablo Picasso”. Autorretratos de los artistas, ambos de 1906, reciben al visitante y ofrecen un primer contraste; Picasso, siete años mayor, se presentaba como un pintor que había roto con la academia; la pieza se expone a un lado de una escultura de Osuna, que viene del Museo Arqueológico de Madrid, con líneas y formas que conserva la obra del pintor. Rivera está en una pintura delante de una serie de telas cuyo contenido oculta, de acuerdo con los curadores en este momento está aún inmerso en el ambiente académico; será hasta los años 20 cuando su obra empiece a expresar la fuerza de las culturas prehispánicas. GRANDES OBRAS La exposición dedica un apartado a relatar con las propias obras de arte los momentos de encuentro entre los artistas; esta relación entre 1914 a 1916 se narra a través de pinturas como Botella de Anís (séptima versión de esa pieza), de Rivera, que Picasso guardó, que legó a su familia y que justo fue un préstamo de Bernard Ruiz-Picasso, que por primera vez se exhibe. De la relación entre ellos también habla la pintura Farola y guitarra, de Picasso, de la que Rivera dijo alguna vez que era la que “más ponía los pelos de punta y la piel de gallina a la gente”.  Diego contaba que cuando Picasso descubrió que a él le había gustado, le regaló una fotografía de ésta; la copia de esa foto (el original se guarda en la Casa Azul) se presenta en la muestra junto a la pintura en cuestión. Hallar esa pintura es uno de los logros de la muestra, estaba en una galería de Praga; se trata de una de las piezas más importantes de la muestra, recalcaron los curadores el jueves en el recorrido.  SINGULARES PIEZAS Tan singular como esa obra es “Retrato del escultor Elie Indenbaum (Hombre del cigarro)”, de 1913, de Diego Rivera, una obra que nunca se había expuesto en México. La exposición incluye “La parte de Pedro”, de 1907, que sólo se había visto en la muestra por los 50 años de obra artística de Diego Rivera, en Bellas Artes, a mediados del siglo pasado; y se presenta en ese diálogo el también casi desconocido “Retrato de Sebastiá Junyer Vidal”, del español. Pero es la pintura “La Flauta de Pan”, la obra de Picasso más importante en la muestra, en muchos sentidos; considerada como una de las obras emblemáticas del Museo Picasso de París (que prestó nueve obras a la muestra), se expone por primera vez en su historia fuera del recinto. En la exposición se ubica como parte de un diálogo entre cuatro obras: esa pintura de Picasso, un torso masculino romano del año 100 después de Cristo, la pintura de Rivera “La canoa enflorada”, de 1931, y una escultura antropomorfa mexica.