FILADELFIA.
Buscando frenéticamente formas de salvar el intento de reelección del presidente Donald Trump, su campaña siguió un juego legal vertiginoso en seis estados que se centró en el premio gordo: Pensilvania.
La estrategia pudo haber funcionado bien en los programas de televisión y radio. Pero ha demostrado ser un desastre en los tribunales, donde los jueces han rechazado sus reclamos de fraude electoral y consideran que el trabajo legal de la campaña ha sido amateur.
En un fallo el sábado, el juez Matthew Brann, un republicano, comparó los argumentos legales de la campaña con un “Frankenstein” y concluyó que el equipo de Trump solo ofreció “acusaciones especulativas” pero no pruebas de corrupción desenfrenada.
Ahora, mientras las puertas legales se cierran a los intentos de Trump de desvirtuar la voluntad popular y conseguir un segundo mandato, sus esfuerzos en Pensilvania muestran hasta qué punto está dispuesto a impulsar teorías infundadas de fraude electoral generalizado.
El esfuerzo lo ha encabezado su abogado personal Rudy Giuliani, quien llegó al estado el sábado después de las elecciones del 3 de noviembre mientras el conteo se prolongaba y el presidente jugaba golf.
“Algunas de las papeletas parecían sospechosas”, dijo Giuliani, de 76 años, sobre el conteo de votos en Filadelfia. Además, acusó a la ciudad de estar dirigida por una “máquina demócrata decrépita”.
“Es un caso muy, muy fuerte”, afirmó.
Justin Levitt, un profesor en la Facultad de Derecho Loyola que se especializa en derecho electoral, considera peligrosas las demandas de Trump. “Es un espectáculo secundario, pero es dañino”, dijo Levitt.
“Las continuas afirmaciones sin fundamento están teniendo efecto en un número sustancial de estadounidenses. Están creando las condiciones para que las elecciones no funcionen en el futuro”, indicó el experto.