El domingo 3 de noviembre quedará guardado en la historia de la Fiesta Brava de esta ciudad, pues será célebremente recordado por la última vez que Pablo Hermoso de Mendoza embelleció el ruedo con sus caballos en la Monumental Plaza de Toros de Reynosa.
Ante casi un lleno, o mejor dicho una gran entrada, el famoso caballista, dijo adiós y lo hizo a lo grande, al menos así lo dictan las cuatro orejas que cortó.
A la gente que asistió poco les importaba si el juez sabía mucho o poco de toros. Ellos querían despedir en grande a un grande, y así sucedió. Porque ellos fueron quienes lo premiaron.
Pablo, como siempre, muy bien. En su primero, colocando los rejones de castigo y luciendo con las banderillas.
Pero falló con el rejón de muerte y fue hasta el tercer intento que se escuchó la ovación. Como premio sus primeras dos orejas de la tarde, para los expertos, fueron exageradas.
Después en el tercer toro de la tarde, el segundo para él, y el último en su carrera toreando en Reynosa, se mostró más arrojado, como en sus mejores años de juventud pues sabía que tenía que dejarlo todo en el ruedo.
Mató en su segundo intento, ya tenía una oreja en la bolsa, que era lo justo, pero nuevamente el público hizo lo suyo y para que se fuera muy feliz le otorgaron su segunda oreja mientras se escuchaban las notas de las golondrinas.
El negrito en el arroz fue que no hubo sorteo ya que los toros llegaron justo cuando el festejo iba a comenzar.
Además, la pobre iluminación de la plaza no permitió que el público disfrutara a placer de los últimos dos toros.