El dominio que Red Bull muestra en la pista no ha sido suficiente para mantener la armonía al interior del equipo.
Aunque todo derivó de una denuncia interpuesta por una empleada de la fábrica hacia Christian Horner, jefe de la escudería, por conductas inapropiadas, la lucha de poder viene desde el 2022, cuando falleció Dietrich Mateschitz, fundador y propietario de la franquicia.
En 2023, cuando Max Verstappen levantó su tercer título de pilotos y los de Milton Keynes sumaron la sexta corona de Constructores, ya había indicios de una clara división de intereses entre Horner y Oliver Mintzlaff, CEO de Red Bull Racing y mano derecha de Mark Mateschitz, heredero del 49 por ciento de las acciones.
Christian, quien ha estado con los austriacos desde 2005, quiere tener más peso en cuanto a la elección de los conductores y en la dirección del proyecto.
Mintzlaff, en cambio, desea conservar todo como hasta ahora, con la participación activa de Helmut Marko como asesor y los Verstappen como protagonistas.
La Federación Internacional del Automóvil (FIA) y F1 han optado por no intervenir en la disputa al tratarse de un tema fuera de la pista, sin embargo, en caso de afectar en la competencia tienen que hacer uso de su autoridad.