¡Maravilloso e inolvidable!

Durante cuatro horas, el mundo puso su mirada en París, sobre todo en el río Sena, donde se vivió una ceremonia llena de nostalgia, historia y figuras

París, Francia

Dicen que la lluvia es de buena suerte... Y nunca dejó de caer durante las cuatro horas que duró la ya inolvidable ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos 2024.

París aguardó 100 años para volver a recibir el fuego olímpico y le dio una bienvenida única, fuera de un estadio, frente a su lugar más icónico... el más icónico del orbe: la Torre Eiffel.

Francia le presumió al mundo su historia y clase, pero también la creatividad que le permitió construir la inauguración más memorable, apoyada en una escenografía tan incomparable como natural.

La primera sorpresa llegó pronto: Zinedine Zidane apareció en las pantallas portando la antorcha olímpica.

A la par, los invitados estrella (atletas) subían a sus respectivas embarcaciones para recorrer seis kilómetros por el río Sena, trayecto en el que sintieron el cariño de la gente.

Cuando las 85 embarcaciones trasladaron a las 205 delegaciones a Trocadero, se sintió la verdadera fiesta de los Juegos Olímpicos. Antes, sólo era ver por pantallas gigantes a todos los protagonistas bajo la incesante lluvia.

Ya con todas las banderas y delegaciones cerca de la Torre Eiffel, Zidane volvió a aparecer con la antorcha olímpica. La sorpresa aumentó cuando le entregó el fuego a Rafael Nadal, quien corrió a una embarcación donde ya lo esperaban Nadia Comaneci, Serena Williams y Carl Lewis.

Los últimos galos en portar tan importante símbolo de unidad fueron la exvelocista, Marie-José Perec y el judoca, Teddy Riner, quienes se dirigieron al pebetero de París 2024: un enorme globo aerostático que se elevó con el fuego e iluminó a la Ciudad Luz, en el encendido más peculiar en toda la historia.

El fuego olímpico empezó a arder... Y la lluvia terminó.