Doha, Qatar
No más. La elección de esta sede mundialista —la más controversial en la historia de la FIFA— fue heredada por Infantino en 2016, cuando tomó las riendas del organismo rector del futbol mundial. Sin embargo, decidió mantenerla en pie.
Si Qatar quiere un entusiasta elogio de su transformación para compensar las protestas de grupos de derechos humanos, puede recurrir a Infantino. El suizo-italiano no necesitó volar a Doha esta semana para las reuniones de la FIFA ni para el sorteo que definirá los grupos del Mundial.
En los últimos años, Infantino ha pasado la mayor parte de su tiempo en la pequeña nación del Golfo Pérsico, en lugar de en la sede de la FIFA en Zúrich.
De modo que se ha visto rodeado por los trabajadores migrantes de bajos ingresos que se han encargado de reformar el país, a un coste que Qatar estima en 200 mil millones de dólares. El compromiso de Qatar de invertir en estadios, hoteles e infraestructuras de transportes no se ha visto siempre acompañado de protecciones para los trabajadores ante la explotación de empleadores abusivos que les retienen pagos, violan sus derechos y no les proporcionan condiciones seguras de trabajo.
“Por supuesto, no es el paraíso”, dijo Infantino. “Por supuesto que no es perfecto. Por supuesto que aún queda trabajo por hacer, pero debemos seguir aquí. Debemos continuar. Debemos trabajar juntos. Debemos fomentar el cambio porque no todo el mundo quiere un cambio, ni siquiera en Qatar o en el Golfo (Pérsico). Pero los líderes quieren cambio”.