Madrid
La directiva del Bayern Múnich celebró el traspaso de Robert Lewandowski al Barcelona por 60 millones de euros como se celebran los negocios inesperados.
El clima festivo en el que este viernes concluyeron la operación el presidente, Herbert Hainer, el director general, Oliver Kahn, el director deportivo, Hasan Salihamidzic, y el entrenador, Julian Nagelsmann, se correspondió con las expectativas superadas por la venta de un jugador de 34 años al que no querían.
Según fuentes próximas al cuerpo técnico y la dirección, tras la eliminación de la Champions en cuartos de final contra el Villarreal, el 22 de abril, el club resolvió ofrecer al polaco la carta de libertad si no aceptaba renovar por una temporada más el contrato que vencía en 2023.
Interés que mostró el Barça en mayo —el club catalán fue el único que formalizó una oferta— desembocó en una gran inyección financiera. Si desde el Barça se indica de forma extraoficial que la adquisición costará 50 millones, desde el Bayern, y bajo condición de anonimato, aseguran que el traspaso se cerró por un total de 60 millones de euros: 45 fijos, cinco si el Barça se clasifica para la Champions en las próximas temporadas, y diez más si el jugador cumple su primer año de contrato como culé.
“El Barça insistió en que llegará a 60 millones si antes el Bayern anuncia públicamente que vende por 50?, dice un agente que participó en la compraventa. “Así quieren aliviar el impacto mediático”.
El propio Khan presidió la reunión que mantuvo la directiva con Nagelsmann en febrero, cuando el entrenador presentó su primera gran auditoría sobre el estado de un equipo que daba muestras de agotamiento.
Sugirió una regeneración en puestos clave. A la cabeza de la lista de bajas situó al polaco. Autor de 277 goles en 275 partidos, Lewandowski goza del prestigio que le confiere ser el futbolista más anotador de las grandes ligas europeas desde 2016.
Pero el técnico argumentó su obsolescencia explicando que con 34 años, tanto su despliegue físico como su ambición habían remitido en un contexto general que se volvía en su contra.
Lewandowski, dijo, pertenecía a una especie, la de los nueves de área, que el fútbol contemporáneo condenaba a la extinción en equipos que, como el Bayern, pretendiesen monopolizar el control del balón.
“Llevamos diez Bundesligas seguidas”, dijo Nagelsmann, según un empleado del club; “pero si queréis que el Bayern sea competitivo en la Champions necesitamos un nueve que no solo se limite a rematar sino que tenga un efecto amplificador sobre el juego colectivo en el último tercio del campo”.
92 MILLONES BRUTOS EN CUATRO AÑOSNagelsmann sostuvo que los viejos nueves oportunistas como Lewandowski —o como Luka Jovic— destacaron en la Bundesliga gracias dos factores. Primero, un predominante ida y vuelta, de continuas transiciones, que conducían los partidos hacia el desorden; segundo, los criterios de los clubes en la selección de los centrales, que ponían el énfasis en su estatura para el juego aéreo antes que su agilidad y su velocidad para la anticipación.
Puesto en ese escenario Lewandowski destacó, pero el fútbol, y esto se apreciaba en las altas instancias de la Champions, apuntaba a cambios inexorables. Las defensas se coordinarían cada día mejor. Si el Bayern pretendía dominar a sus rivales en campo contrario y sin espacios, frente a defensas cerradas con centrales atentos, un delantero que buscara más el choque que del desmarque se convertiría en un tapón.
Nagelsmann expuso que si el Bayern producía diez ocasiones de gol, Lewandowski remataría siete; pero que si conseguía reformular el ataque sin él, el equipo gestaría 20 ocasiones cuyo remate se repartirían los tres atacantes y los dos volantes.
- Sus nueves ideales en este esquema eran Erling Haaland, Sadio Mané y Roberto Firmino, a los que conocía de su paso por el Hoffenheim y los clubes de la compañía Red Bull.
Aturdidos ante la exposición, Khan y Salihamidzic comenzaron a examinar a Lewandowski en cada partido. La conclusión, tras el doble duelo con el Villarreal, fue tajante: Nagelsmann tenía razón.
En marzo, el Bayern procuró contratar a Haaland sin éxito al tiempo que ofrecía un solo año de renovación a Lewandowski, que captó la indirecta como una invitación a que se marchara.
Cuando el Barça apareció en el horizonte, los directivos del Bayern llevaban semanas de acuerdo en una cosa: Lewandowski, profesional intachable y productivo al que habían fichado libre en 2014, merecía que le dejaran en libertad sin pedir prima de traspaso.
Solo eso supondría que el club se ahorraría los 60 millones que le restaban del pago de su salario hasta 2023. Resuelto a irse, el polaco le confesó en el vestuario que su objetivo no era ganar más dinero. Su mujer, Anna, quería vivir en un país meridional y el Barça le ofrecía cuatro temporadas a razón de 23 millones de euros brutos anuales, por debajo de los 28 anuales que ganaba en Múnich.
Dicen en el Bayern que si no vendieron a Lewandowski en junio fue por un error en la estrategia del Barça. Las declaraciones del jugador al acabar la temporada, en mayo, diciendo que no volvería a entrenarse con el Bayern, fueron percibidas como un chantaje intolerable. Uli Hoeness, el presidente honorífico, opinó que no se podía trasladar a la plantilla la idea de que cualquier acto de rebeldía rendiría frutos ante un club débil.
Luego fue el propio Bayern el que desatascó la negociación cuando un alto cargo se dirigió a Lewandowski el lunes pasado, para advertirle de que el Barça ficharía a Raphinha por 70 millones. Si de verdad le querían, debía presionar a su agente Pini Zahavi.