Del hospital a un IV lugar olímpico

Kevin tenía 8 años cuando atravesó una de las paredes de cristal de la unidad deportiva donde entrenaba, en el lado izquierdo de su cuerpo se le encajaron trozos de vidrio

CIUDAD DE MÉXICO

El futbol mexicano, que tantas veces ha sido criticado por la falta de continuidad en los proyectos, hoy tiene a un puñado de directivos a quienes les cayó un premio por su paciencia.

Kevin Berlín tenía ocho años cuando atravesó una de las paredes de cristal de la Unidad Deportiva Leyes de Reforma, en su natal Veracruz. Estaba corriendo adentro del gimnasio antes de comenzar su entrenamiento de clavados y se atoró con el pie de un compañero; el tropezón causó que saliera volando, se protegió la cara y metió una de sus manos, pero en todo el lado izquierdo de su cuerpo se le encajaron tantos trozos de vidrio que en un instante quedó ensangrentado.

Cuando sus papás llegaron a verlo al hospital público al que fue trasladado, los médicos ya habían suturado las heridas. Se le veían los hilos sobre las cortadas que tenía en la boca, la mano, el torso, en parte de la rodilla y, la más aparatosa, en la pantorrilla.

No conformes con la atención médica, Julio Berlín y Leticia Reyes llevaron a su hijo con un pediatra, quien descubrió que las heridas no estaban cerrando correctamente, por lo que sugirió que lo revisara un cirujano plástico.

“Al siguiente día fue intervenido, por eso no le quedaron tan grotescas las heridas. El cirujano nos dijo que le demos gracias a Dios porque no se le cerraron las heridas, porque tenía dañado el tendón ‘y hubieran visto que poco a poco mermara en sus actividades; a sus 14 años hubieran tenido un niño cojo’”, cuenta Leticia Reyes.

Durante un mes Kevin Berlín, con todo y su hiperactividad, estuvo en cama con una férula en la pierna izquierda. Después tomó un montón de sesiones de fisioterapia y seis meses después volvió a entrenar. “Ese accidente por poco le cambia la vida”, recuerda su papá.

Cuando regresó a la Unidad Deportiva Leyes de Reforma nadie le preguntó por qué tenía tantas cicatrices, pues medio mundo lo había visto estrellarse en aquella pared de vidrio que, gracias a él, dejó de existir.

“Aunque fue una cirugía estética, como hubo perdida de piel, sí se le notaba un cambio en el color, pero él se quitaba la ropa de forma normal. Cuando comenzaron sus competencias y salió de Veracruz hacia México se le notaban esas cicatrices que conforme ha pasado el tiempo se le han difuminado, pero están marcadas”, dice Leticia Reyes.

A Kevin no le quedó ningún trauma por ese accidente. Regresó al mismo lugar para seguir con su carrera de clavadista y jamás manifestó temor por volver a entrenar ahí.

A sus papás eso no les sorprende. Saben que siempre ha sido un niño con arrojo. Su mamá todavía recuerda cómo es que, siendo un bebé de días de nacido, Kevin saltó de su bañera al cambiador como si fuera un conejito, o cómo disputaba los balones sintiéndose Ronaldinho cuando estaba en un equipo de futbol infantil, mientras el resto de los niños corría en bola por la cancha sin ningún rumbo.

Kevin Berlín Reyes cumplirá 21 años el próximo 25 de abril. En su palmarés ya cuenta con el cuarto lugar olímpico que obtuvo al lado del regiomontano Diego Balleza en sus primeros Juegos Olímpicos, los de Tokio 2020, en la plataforma de 10 metros sincronizados.

También es doble campeón panamericano: en Lima 2019 ganó la prueba individual por encima del medallista olímpico en Londres 2012, Iván García; y con él también subió a lo más alto del podio en la prueba de sincronizados.

En esos Juegos Panamericanos, Kevin se volvió famoso por una declaración. Se sacó cero en sinceridad: dijo a la prensa que también los flojos pueden ganar medallas. “Yo no sé por qué dicen que, si eres flojo, no puedes lograr algo. Yo creo que, la verdad sí, sí soy flojo; me tienen que estar arreando y me tienen que estar diciendo ‘tienes que hacer esto’ y así”, dijo después de haber obtenido su oro individual.

SIEMPRE ERA RELEGADO

Pero Kevin no tiene nada de flojo, ataja su papá. Todo lo contrario. Es un muchacho que a los 11 años se marchó a la Ciudad de México para integrarse al equipo de la entrenadora china Ma Jin. Su familia tomó la difícil decisión de separarse. Su abuela materna y su padre se quedaron en Veracruz y él, junto con su madre y su hermana mayor, cambiaron su lugar de residencia.

El objetivo era claro: si un montón de entrenadores mexicanos y cubanos de la escuela de clavados de Veracruz aseguraba que el niño era un Fernando Platas o un Jesús Mena en potencia, la familia Berlín no podía cruzar los brazos y desperdiciar tanto talento.

Kevin batalló para adaptarse a la rutina de trabajo de Ma Jin y su equipo de entrenadores chinos. Ingresó a un muy serio programa de alto rendimiento con muchas horas de entrenamiento, en el que no había tiempo para el juego y que, por si fuera poco, combinaba con la escuela. A veces podía dormir en casa con su mamá y su hermana, otras se quedaba en las Villas Tlalpan de la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte, donde se alojaban otros niños.

Ya tampoco tenía primos y amigos de su edad con los que pudiera tener ratos de esparcimiento, tantas horas de trabajo lo agobiaban. También comenzó a pesarle que, a la hora de seleccionar a los clavadistas que participarían en los selectivos para asistir a las competencias internacionales, él quedaba relegado. A veces, aunque clasificara y ganara su lugar, no lo llevaban.

“Tiene su manera de motivarse, a él lo mantenía el hecho de saber que venía una competencia y decía: ‘Voy a luchar’. Él solo se iba planteando los objetivos y también, es cierto, Kevin conoció a un sobrino de Cuauhtémoc Blanco, porque como actividad en la escuela los llevaban a jugar futbol. El muchacho le decía: ‘Oye, ¿por qué no vienes? ¿Te presento a mi tío? ¿Hablamos con mi tío? Y le sonreía otra vez la idea de jugar futbol. Hubo un tiempo en el que, sí, él estaba desmotivado”, explica la mamá de Kevin.

Julio Berlín asegura que su hijo se sentía relegado y Leticia Reyes detalla que la entrenadora Ma Jin siempre recalcaba que era un flojo y que no quería trabajar al ciento por ciento. Por ello Kevin le pidió permiso a la china para irse a entrenar a Mérida con Rommel Pacheco y con el entrenador chino Jin Zhingang. Ella al principio dijo que sí, pero después se echó para atrás.

“Es ahí donde él empieza a tener conflictos con ella. Kevin fue a una Copa Mundial (China 2018) y logró un cuarto lugar en sincronizados con Andrés Villarreal y un sexto lugar en individual. 

UN CLAVADO ESPECTACULAR

- Fue cuando ya de plano él le dice: ‘Ya te dije que estoy aburrido del ambiente, quiero cambiar, te pedí que me permitieras entrenar en otro lado y pues no’. Kevin se fue a Yucatán y Jin (Zhingang) le abrió las puertas, se quedó a vivir en su casa y allá estuvo unos siete meses.

- “Ahí recuperó la motivación y eso fue lo que lo impulsó a querer llegar a los Juegos Olímpicos”, asegura Julio Berlín.

- Kevin trabajó al ritmo que le pidió Bautista, fue mejorando su lista de saltos e incrementando el grado de dificultad; logró sacar un clavado de cuatro vueltas y media y sus puntuaciones subieron.

- El clavadista es consciente de que todo eso es obra de Bautista, pero también de Jin Zhingang, quien desde aquel tiempo es el jefe de la escuela de clavados del estado de Yucatán.


Se llama Kevin Berlín Reyes, es veracruzano, es una estrella de los clavados.