DEL 2 DE OCTUBRE AL 26 DE SEPTIEMBRE

En su libro más reciente, De Tlatelolco a Ayotzinapa. ‘Las violencias del Estado’, el doctor Sergio Aguayo acomete un ejercicio de reescritura de la historia contemporánea de México con base en un itinerario: del 2 de octubre de 1968 al 26 de septiembre de 2014, al final del cual revisa las secuelas derivadas de la agresión contra los normalistas y la desaparición de 43 de sus compañeros. Para el autor no hay duda: “el Estado es el principal responsable de las perversiones que ha vivido el monopolio legítimo de la violencia”. Con el permiso del autor, aquí se reproduce una versión condensada del capítulo 9 del volumen, que ya comenzó a circular bajo los sellos Ediciones Proceso, Ideas y Palabras y Editorial Atrament

A partir de 1968 México cambió para bien y para mal. Algunas transformaciones nos acercaron a los espacios democráticos, otras a los infiernos de la violencia criminal. Me concentro en el segundo camino a partir de una tesis: el Estado es el principal responsable de las perversiones que ha vivido el monopolio legítimo de la violencia.El 2 de octubre aceleró el debilitamiento del presidencialismo autoritario, el fortalecimiento de diversas fuerzas y la apertura al mundo. Se redujo la violencia estatal hacia los opositores pacíficos pero se mantuvieron los métodos brutales contra quienes tomaron las armas. Esto último acentuó el descontrol sobre la violencia estatal.1) Luis Echeverría Álvarez. Entre la apertura y la represiónEl presidente Luis Echeverría (1970-1976) tuvo una metamorfosis incompleta porque  mientras  empujaba la apertura democrática, seguía aceptando que se reprimiera a opositores, algunos violentos y otros pacíficos (recuérdese el 10 de junio  de 1971).Era un reformismo acotado porque mantuvo el trato que históricamente daban los gobernantes a los levantados en armas. El 2 de octubre se acrecentó el atractivo de la opción armada reaparecida tres años antes en Ciudad Madera, Chihuahua. El Movimiento de Acción Revolucionaria lo verbaliza con  claridad: “la masacre de Tlatelolco” demostró que “los caminos legales, las vías pací?cas estaban cerradas”; la única salida lógica para quienes deseaban el cambio era “empuñar las armas”...La guerrilla tuvo arrojo y claridad sobre lo que quería pero ninguna posibilidad de éxito. Sus casi 2 mil combatientes estaban divididos en decenas de organizaciones, y su formación militar e ideológica era desigual. La base social de la guerrilla urbana era frágil y aun cuando la rural tenía un mayor respaldo popular, operaba en regiones aisladas de Guerrero. Por si fuera poco, la izquierda mundial la ignoró, pre?riendo ser cooptada por el gobierno mexicano –el comportamiento de la Cuba revolucionaria fue paradigmático– y porque también se enemistó con las fuerzas de izquierda que habían optado por salidas pací?cas. El régimen, por su parte, tenía una poderosa máquina para reprimir y el apoyo de la inmensa mayoría del México organizado.Uno esperaría que después de la masacre de Tlatelolco y mientras se implementaba la apertura, el Estado combatiría a la guerrilla dentro de la legalidad. Hubiera podido hacerlo porque la insurgencia armada mexicana nunca fue una amenaza para la seguridad del Estado aunque la Dirección Federal de Seguridad de Fernando Gutiérrez Barrios la magni?caba porque así convenía a sus intereses…2) La apertura al mundo y el crimen organizadoLa   apertura   de   México al mundo tuvo efectos encontrados. Fue un punto de apoyo para la transformación pací?ca y un portón para que ingresara el crimen organizado aprovechándose de la desidia estatal.Durante mucho tiempo se creyó que el mexicano era hermético ante los extranjeros. El Movimiento del 68 demostró que era un mito; había la disposición pero faltaba el conocimiento sobre cómo relacionarnos con los extranjeros. Luis Echeverría dio pasos ?rmes para sacar al país de la burbuja en la que vivía. Además de la intensa diplomacia creó una institución vital: el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) que ha becado a decenas de miles de jóvenes para hacer estudios en el extranjero.La apertura apuntalaría la transformación pací?ca que se apoyó en extranjeros críticos del autoritarismo mexicano.La insurgencia armada fue aplastada por las Fuerzas Armadas y la Dirección Federal de Seguridad. Los militares lograron que esas violaciones a la legalidad no afectaran demasiado a su institución porque tomaron diferentes medidas, entre ellas la rede?nición de las relaciones cívico-militares. La DFS tomó una ruta diversa. Se corrompió y fue desaparecida en 1985. Son caminos tan diversos como la transición mexicana.(…) El 1 de enero de 1994 entró en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y ese mismo día se levantó en armas el EZLN. El doble hecho mostró la cantidad de obstáculos al uso de la fuerza estatal que se habían ido acumulando después de 1968.El respaldo al derecho del EZLN a existir llegaba con la petición de que adoptara métodos pací?cos. Las guerrillas de los años setenta hubieran rechazado esa petición por considerarla de un reformismo pequeño-burgués. El EZLN hizo caso. En la “Segunda Declaración de la Selva Lacandona” (junio de 1994) llamó a la sociedad civil a retomar el “papel protagónico que tuvo para detener la fase militar de la guerra” y a conducir el “esfuerzo pací?co hacia la Democracia, la Libertad y la Justicia” porque el “cambio democrático es la única alternativa a la guerra”. Seis meses después de levantarse en armas la guerrilla exigía la “realización de elecciones libres y democráticas”.La tragedia de Iguala es la consecuencia de que en México hay dos estados: el encabezado por Enrique Peña Nieto y el regido por  el  crimen organizado. Ni Vicente Fox ni Felipe Calderón ni Enrique Peña Nieto han atacado de manera integral y regional a la violencia criminal. Forman parte de un Estado reactivo y a la defensiva que es incapaz de controlar la violencia emanada de sus propias ?las. Para que nuestros gobernantes recapaciten y armen un diagnóstico y una estrategia adecuada, la sociedad tiene que organizarse y presionarlos.Poco después de ganar las elecciones de 2000, Vicente Fox capituló y regaló en alguna cena sus promesas de reforma a los ejecutivos de Televisa y TV Azteca. Fox tuvo las condiciones ideales para ser el estadista que combatiría en serio la corrupción y la impunidad. De haberlo hecho tal vez se hubiera frenado el crecimiento de las bandas criminales.Felipe Calderón tuvo el coraje y el acierto de lanzarse contra la delincuencia organizada. Le sobraba voluntad, le faltaban conocimientos, temperamento y compasión hacia las víctimas.Se fue a la batalla sin un sólido análisis de riesgo. A los pocos meses reconoció ante el exjefe del gobierno español, José María Aznar, que la “in?uencia que tenían los narcóticos (y el crimen organizado) en el país superaba cualquier cálculo”.Enrique Peña Nieto elevó la calidad de los funcionarios del área de seguridad, mejoró la coordinación entre ellos y empezó a poner énfasis en la prevención. Comenzó a generarse inteligencia de calidad y vinieron las detenciones o eliminaciones de capos.En el segundo año a?oraron las debilidades de siempre. Su gobierno no ha reconocido la magnitud del reto, carece de una política integral y regional que ataque las raíces del problema y hay una gran indiferencia hacia el costo humano. Por ejemplo, la política de fragmentación de bandas  criminales nunca se completó con una estrategia para proteger a las zonas afectadas por las bandas más pequeñas y con menos disciplina en el uso de la violencia. Todo esto se observó con claridad en Iguala, Guerrero, donde, al igual que en el 68, fueron víctimas jóvenes estudiantes de la Normal de Ayotzinapa que se preparaban para ir a la tradicional marcha del 2 de octubre en la Ciudad de México…Ayotzinapa sacó a la luz un Estado debilitado por la ine?cacia, la corrupción y la impunidad; una sociedad alebrestada por tanto maltrato; un Estado paralelo con enorme poder.