Ciudad de México
En Navojoa nadie creyó que un futbolista nacido en ese municipio sonorense llegaría a la Primera División, mucho menos que también sería medallista olímpico ni que jugaría en la Serie A de Italia. El defensa central navojoense Johan Vásquez, el más reciente fichaje del Genoa FC, encarna el sueño que ni siquiera tuvo su padre, el afamado entrenador Rigoberto Zito Vásquez, quien se aferró a que el futbol germinara en la tierra más beisbolera de México.
Este deporte en Navojoa ya no se entiende sin la familia Vásquez Ibarra. Zito quedó prendido del futbol desde que siendo un plebito tocó por primera vez un balón. Supo que sería el amor de su vida, aunque él no fuera una estrella en este deporte. Por eso no dudó cuando un amigo lo animó a dirigir las selecciones infantiles del municipio.
En 1996 fundó la escuela Zito’s Boys para que niños y jóvenes de esa región aprendieran algo más que beisbol. Tomó todos los cursos que pudo, leyó tanto sobre futbol que terminó por reconocer que haber sido jugador no iba a ser suficiente para destacar como director técnico profesional, sobre todo en la Tercera División, donde Navojoa ya pintaba para tener un equipo.
Ya casado con Esmeralda Ibarra y con sus dos niños chiquitos, Zito Vásquez se inscribió en 2001 en la Escuela Nacional de Directores Técnicos para obtener la certificación que expide la Federación Mexicana de Futbol. Johan tenía tres años y Rigoberto, su hermano, ocho. El principal sustento de la familia Vásquez provenía de una carreta en la que vendían mariscos.
Al ser su propio patrón, Zito le encargó el negocio a su esposa y durante dos años viajó todos los lunes entre Navojoa y Culiacán, adonde asistía a la escuela. El certificado de director técnico le abrió las puertas al futbol profesional. Tras haber dirigido a equipos de Hermosillo y Huatabampo en la Tercera División Profesional, actualmente es auxiliar técnico en el Club Deportivo Etchojoa, en la misma categoría.
“Desde chiquito –narra– Johan se subía a mi camioneta y vámonos a entrenar. Él entrenaba con los equipos que yo dirigía en la secundaria y la prepa del Tecnológico de Monterrey en Navojoa. Yo ya estaba en el proyecto de Tercera División y andaba desentendido de Zito’s Boys, ya no tenía equipos infantiles, puros juveniles. Johan ya no jugó ahí; jugaba con equipitos de mis amigos, pero al principio no le interesaba, estaba chico y se emocionaba más con los tazos que con el futbol.”
El camino de Zito Vásquez en el futbol marcó la vida de sus hijos. A fuerza de verlo tanto y de andar con su papá, los dos quisieron ser futbolistas profesionales. Como en su casa se tropezaban con los balones que estaban por todos lados, agarraban el espacio de la sala comedor como cancha y se ponían a pelotear. Rompieron focos y todo lo de vidrio a punta de balonazos.
“Cuando tenía como seis años ya pateaba con la gente grande, él agarraba su pelota y a pegarle a la pared, a pegarle al cerco; de repente se iba a correr con los de Tercera. Me lo llevaba a los campeonatos estatales y se fue empapando de eso. Llegó un momento en que me dijo: ‘Apá, yo quiero ser futbolista’. ‘Ta bueno, mi’jo’. Se le veían cualidades, pateaba el balón muy fuerte para su edad.”
Zito Vásquez aclara que ni él ni ningún entrenador le enseñó el futbol a Johan. Dice que solito aprendió a tocar la pelota, que nadie le dijo pégale con el empeine y que sus cualidades físicas y técnicas natas lo guiaron. Recuerda que era un niño de piernas y carácter muy fuertes.
“Yo le empecé a ver el futbol cuando le decía: ‘Mi’jo, tenías todo para haberte ido y anotar’. Y él me decía: ‘No, apá, es que aquel estaba solo’. Cuando era chico jugaba de medio y delantero. Y yo decía: ‘Este chamaco es más inteligente que uno, vio a aquel (al jugador desmarcado) y yo no lo vi’. Yo obviamente quería que metiera goles.
“Cuando salía a otras ciudades a jugar, el pánico escénico cambiaba a mis jugadores. Cuando se acababa el primer tiempo los regañaba. Johan me decía: ‘Apá, ¿por qué sienten miedo ellos? Si es jugar futbol como si nada’. Tiene 22 años y juega como si tuviera 30 o mucha experiencia. Siempre fue de sangre fría, con temple de hierro. Fue aguerrido desde chiquito, se barría en todas las jugadas. Yo le preguntaba: ‘Mi’jo, ¿por qué no quieres ser delantero?’. ‘Me enfado, apá. Me gusta más andar correteando la pelota’. Por eso cuando le dijeron en Pumas que iba a ser defensa no se enojó, era lo que le gustaba.”