La conmemoración del Día de los Muertos es uno de los acontecimientos más emblemáticos de la cultura mexicana. Pertenece al ámbito de lo privado, pero también de lo social. Las familias recuerdan a sus antepasados y a aquellos que recientemente han perdido la vida. ¿Quién en enero hubiera pensado que este año terminaría siendo uno de aquellos con más elevada mortalidad desde hace décadas?
Este noviembre debemos rememorar especialmente a todos aquellos fallecidos debido a la epidemia del Covid, así como a las víctimas de la violencia en México. Y no hablo sólo de aquellos más de 90 mil decesos contabilizados en los “otros datos” de la SSa, sino de los más de 200 mil compatriotas fallecidos por el virus desde que comenzó la epidemia, a los que habría que agregar cerca de 30 mil personas asesinadas en los primeros nueve meses de este año.
En el último boletín estadístico de la SSa y CENAPRECE se reportan los últimos datos disponibles sobre el exceso de mortalidad en México. A partir de abril de 2020 se comenzaron a registrar más muertes que las esperadas de acuerdo a las estadísticas de mortalidad de 2017 y 2018. La diferencia fundamental entre esos años y 2020 es la aparición del Covid, por lo que decesos más allá de los esperados sólo pueden provenir de esa enfermedad y sus daños colaterales (que incluyen la falta de atención a otras enfermedades en hospitales copados por el Covid). Es así que hasta la última semana de septiembre la SSa y CENAPRECE reportan 193,170 muertes a nivel nacional por encima de lo que se debería esperar en un año “normal”.
Nótese sin embargo que el boletín muestra que varios estados de la República están bastante atrasados con el reporte de sus actas de defunción. Se trata esencialmente de Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Puebla, Sinaloa, Tabasco, Tlaxcala y Yucatán. Esos estados reúnen el 22% de la población de la República, así que una vez que esos datos sean actualizados, seguramente que el exceso de defunciones será corregido al menos en un 10%. Por eso hasta la última semana de septiembre podemos estimar un exceso de decesos en México de al menos 210 mil personas. Yo había estimado (en otro artículo para EL UNIVERSAL y tomando como base los datos del CENAPRECE) un exceso de muertes en el país de cerca de 150 mil personas hasta fines de julio. Los nuevos datos indican que en agosto y septiembre se agregaron a esa cifra casi 30 mil personas más, por mes. Estimando, muy conservadoramente, que el exceso de decesos en octubre haya sido de 20 mil personas, tendríamos, hasta el primero de noviembre, alrededor de 230 mil muertos en exceso por Covid y daños colaterales en nuestro país. Es decir, los datos “oficiales” de la Secretaria de Salud hay que multiplicarlos por el factor 2.5 para tener una mejor idea de lo que ha estado sucediendo en el país. Ese factor ha bajado un poco en los últimos meses a medida que la epidemia ha entrado en una “meseta” de contagios.
Es muy grave que todos estos datos estén a la mano, pero que aparentemente nadie los quiera explorar y entender a fondo. A pesar de que el exceso de muertes en el país ha sido tematizado en múltiples ocasiones, por ejemplo por la revista Nexos, o cada vez que el CENAPRECE publica sus estimaciones, eso no parece hacer mella en la laguna informativa existente. Los medios se perturban de que se haya llegado a contabilizar 90 mil muertos por Covid, sin entender que son muchos más, alrededor de 230 mil, como expliqué arriba. Diputados de la oposición pronuncian belicosos discursos en la Cámara de Diputados, que se hacen virales, y le regalan miniféretros al secretario de Salud, pero al final de cuentas terminan aceptando sus datos. No hacen lo fundamental y más útil, que sería indagar a fondo cual es la realidad del país. No forman un comité de investigación en ninguna de las Cámaras para poder tener una visión realista de lo que ocurre en México. No llaman a declarar a los representantes de CENAPRECE, CONAPO, INEGI, etc., es decir, a quienes manejan los datos de mortalidad en el país. Han renunciado completamente a su función de control del poder Ejecutivo.
Sin embargo, en la retórica oficial, la protección de la salud de los mexicanos ha sido un formidable y rotundo éxito. Se dice con cara muy seria que México le ha dado un ejemplo a todo el mundo y que nos deberían emular. Se dijo en marzo, con malabarismos pseudomatemáticos, que el pico de contagios se daría el 7 de mayo y que ya para junio se habría llegado al “fin de la epidemia”. Desde mayo el gobierno ya había “domado” a la curva de infecciones. Se dijo que no era necesario utilizar cubrebocas porque no impedían los contagios. Se aplicó una política de rechazar pacientes en los hospitales públicos para mantener camas vacías, con el resultado que mucha gente se fue a morir a su casa o fue admitida al hospital ya tan tarde que fallecieron en dos días. Misión cumplida, no se ocuparon al 100% las camas.
Se abandonó a todos aquellos que nunca tuvieron la posibilidad de recibir atención médica adecuada. Y además se les condena al olvido manejando cifras de decesos “oficiales” que más bien son para consumo externo. ¡Qué mal se vería México en las tablas internacionales del Covid si se proporcionaran los datos reales! Se alega que otros países también tienen subregistro, pero un estudio internacional de la prestigiada revista Nature encontró que para un grupo de muchos países el factor de subregistro era tal que hay que multiplicar las cifras oficiales por 1.7. El factor para Estados Unidos es de 1.25. En México ese factor es de 2.5. Por eso los otros datos de la SSa son la cortina de humo para el exterior, no son para que los mexicanos sepan lo que está ocurriendo. Y tenemos además una situación esquizofrénica porque en los boletines de Salud y en los datos de CENAPRECE aparecen esporádicamente las cifras reales, pero nadie las toma realmente en cuenta o investiga a fondo, como sería la responsabilidad de los legisladores.