El crecimiento acelerado de las ciudades y de la población –más de nueve mil millones de personas a nivel mundial para 2050, estima la Organización de las Naciones Unidas (ONU)–, la incesante demanda de vivienda y la falta de espacio para millones de habitantes han llevado a las autoridades y a las empresas a buscar formas innovadoras de diseñar y construir espacios confortables, a través de la construcción vertical, para mejorar la calidad de vida de la población y al mismo tiempo crear alternativas más sustentables.
Este tipo de construcciones, estructuralmente sólidas, seguras y estéticamente agradables, se distribuyen perfectamente hacia arriba como edificios residenciales, corporativos, rascacielos y/ o comerciales; esta arquitectura vertical –que generalmente se financian de forma privada– se ha diversificado con el paso de los años hasta llegar a la tendencia moderna de los rascacielos y desarrollo de usos mixtos.
Expertos coinciden que la verticalidad, con una aplicación adecuada, ofrece muchas ventajas tanto ambientales, materiales, sociales, urbanas y económicas. Entre ellas, reduce niveles de contaminación, aminora la huella ecológica, promueve la movilidad y facilita la interacción económica; al mismo tiempo, contribuye a la optimización del espacio público y al uso inteligente de los terrenos.
Si bien es una nueva forma de crear espacios mejor distribuidos, también favorece el ahorro en el gasto de servicios como agua, mantenimiento, vigilancia y recolección de basura, debido a que los gastos se comparten; incluso, ofrece mayor seguridad a sus ocupantes gracias a su accesibilidad controlada.
Por ejemplo, de acuerdo con Tania Díaz, directora de la Asociación Mexicana de Especialistas en Remodelación y Mejoras (Amermac), tan solo en la Ciudad de México, la vivienda vertical representa 80 por ciento del total de viviendas y se prevé que para 2050, el 75% de la población total se concentrará en las ciudades.