Casas de sargazo y adobe para combatir el cambio climático

Con las algas que han llegado en 2019 a las costas de la Riviera Maya se podrían construir unas 50.000 viviendas

La peor enemiga del Caribe es un alga. Un dolor de cabeza que perjudica al medio ambiente y a los que viven de la belleza de la costa paradisíaca, sus playas de arena blanca y sus aguas cristalinas.

Capaz de colapsar ecosistemas completos en poco tiempo, el sargazo -producto del cambio climático, entre otros factores- tiene graves efectos contaminantes cuando se pudre en la orilla, liberando gases y filtrando al subsuelo líquidos residuales con altas cantidades de fósforo o nitrógeno que regresan al agua y acaban con la vida marina. Se calcula que para este año, la Riviera Maya reciba un millón de toneladas del alga, lo que ha generado un rechazo del turismo, la principal fuente económica del Estado de Quintana Roo y el 8.7%% del PIB total de México.

Ante las afectaciones que ya se pueden percibir en las playas de Cancún, Tulum, Puerto Morelos o Playa del Carmen, son varias las iniciativas ciudadanas para utilizar este recurso que sale del mar como una oportunidad y no como una condena. Este es el caso de Omar Vázquez, originario de Jalisco, quien lleva cinco años trabajando con el sargazo, primero como fertilizante y ahora como ingrediente para hacer bloques de adobe con los que construir casas a bajo coste.

El patio trasero de su vivero en Puerto Morelos (Quintana Roo, sureste de México) es el laboratorio donde todo surgió hace un año. El lugar donde nació la fórmula secreta de los ladrillos, guardada con tanto celo como la fórmula de la Coca Cola y que ya ha sido patentada por Vázquez. La mezcla perfecta entre tierra, sargazo y materia orgánica es resistente a la climatología, aísla del calor y no requiere de aglutinantes entre bloques, gracias al pegamento natural del alga. Cuenta que la primera construcción que hizo se llamó Casa Angelita, en honor a su madre, con quien migró a Estados Unidos cuando era niño hace 30 años.

“Recordé la casa de adobe que tenían mis abuelos en Ocotlán (Jalisco), ahí me crié. Se me ocurrió que podía utilizarse el alga en lugar de la paja para construir algo parecido”, cuenta a Verne mientras acaricia las paredes de la construcción 100% orgánica.

“Creo que el mar nos está diciendo algo. No soy científico ni biólogo, pero tanto fertilizante y detergente que estamos tirando y el calentamiento global hacen que cada vez llegue más sargazo. Ahora casi no se va de nuestras playas en todo el año”, explica el emprendedor de 43 años.

La construcción de una sola casa emplea unas 20 toneladas de algas secas. Con el sargazo que llegará en 2019 a la Riviera Maya se podrían construir unas 50.000 viviendas. Omar Vázquez asegura que con el mantenimiento adecuado, sus construcciones pueden durar hasta 120 años en pie.


Criado en una familia humilde, sus casas están pensadas para aquellos que quieran regresar a la construcción de cero impacto ambiental, pero también para las personas de bajos recursos ya que una vivienda como la de Vázquez cuesta unos 150.000 pesos. “Un precio 30% menor que una casa de cemento”, explica. La primera vivienda fue donada a una familia de la zona que había perdido todo en un incendio.

Omar Vázquez cree que se está revalorizando lo natural, volviendo a los orígenes y por ello, el sargazo debe de tener un hueco en las nuevas formas de construir. Ya ha conseguido tener una pequeña fábrica de bloques que emplea a 12 personas de la zona y un contrato con una constructora para participar en la creación de un hotel boutique en Tulum.

“El enfoque es crear empleo y perfeccionar los bloques para hacer un impacto social y medioambiental positivo”, agrega, y para ello cree que son necesarias todas las iniciativas e ideas posibles que transformen el sargazo en suelas de zapato, papel o materiales de construcción. Los límites para combatir la marea de algas que golpea al Caribe están en la creatividad y el ingenio. Algo que los mexicanos como Omar tienen a raudales.