La bandera enarbolada por el gobierno de Andrés Manuel López Obrador –“Becarios, no sicarios”– para abordar el problema, dice, tiene la virtud de que “al menos tiene en el radar a los jóvenes y pretende ofrecerles ciertas oportunidades, pero es una iniciativa que tiene muchas limitaciones; no está focalizada precisamente hacia los jóvenes que lo requieren”.
Azaola enlista algunos de los hallazgos de su amplísima investigación, factores que incidirían en el acercamiento de la infancia y la adolescencia con el crimen organizado, entre los que considera fundamentales la falta de atención a la primera infancia, la violencia de género y la ausencia paterna.
“Un niño que ha crecido en estas circunstancias, en las que no había nadie que le llevara de comer, que lo llevara a la escuela, que le festejara su cumpleaños, que viera por él cuando lo maltrataban, que hiciera algo por su madre cuando la maltrataban, y a ese niño dale una beca. So what? ¿Qué compones con haberle dado una beca cuando hay hoyos tan profundos?”, reflexiona Azaola, e insiste en que los niños, niñas y adolescentes en situación de vulnerabilidad requieren atención integral.