Lisboa, Portugal.-
Fin de semana de infierno en el centro de Portugal. Más de 1.300 personas han trabajado para extinguir incendios y una sola —de momento y presuntamente— para provocarlos. El Gobierno, muy sensible a estos desastres tras los 112 muertos en los fuegos de 2017, ha desplegado desde el primer momento toda la batería de recursos y, a primera hora de la tarde, todos los incendios estaban apagados excepto uno, donde aún estaba fuera de control el 40% de su superficie afectada.
El centro del país se lleva la peor parte de los fuegos desde hace años. La poblaciónal de Mação, en el distrito de Santarém, es víctima de incendios año tras año. Este fin de semana ha vuelto a padecer la furia de las llamas, de las 7.000 hectáreas que sobrevivieron entonces ya han ardido 4.000. Varios de los fuegos surgieron en línea recta y espaciados por minutos, lo que alimentó la sospecha de que no comenzaron por causas accidentales. La Policía Judicial ya ha arrestado a un individuo de unos 55 años de edad, sospechoso de haber provocado un incendio cerca de Castelo Branco.
A primeras horas de la tarde del domingo solo uno de todos los incendios continuaba descontrolado. Hidroaviones, bomberos profesionales y personal civil colaboraban en las labores de extinción.La dedicación es máxima y la sensibilidad social también, después de los desastres de 2017. En ese año, en el verano murió más de medio centenar de personas en Pedrogão Grande, no lejos de los actuales incendios, y en octubre, murieron otras 50 en una oleada de más de 500 incendios por todo el país. Una repetición, aunque mínima, de aquella tragedia sería lo único que haría caer al Gobierno socialista.
Pero esta vez, la coordinación parece que ha funcionado, los hidroaviones vuelan sin importar si su base está a 40 kilómetros de los incendios o a 40,5, como ocurrió en aquel año. Las comunicaciones tampoco se han interrumpido y la climatología, con ser adversa, no llega acompañada de fuertes vientos que expanden las llamas.
Los incendios declarados en Vila de Rei, Mação y Sertã han dejado un balance de 30 heridos (ocho bomberos y 12 civiles), aunque solo uno de ellos de carácter grave, según la última información oficial, de las 21 horas del domingo. La víctima recibió esta mañana la visita del presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa, que ha anunciado que no se desplazará a la primera línea de los incendios para no interrumpir los trabajos de extinción, que llega a tener un frente de 20 kilómetros.
Ya por la tarde, fue evacuada la playa fluvial de Cardigos y 15 de sus 23 aldeas también corrían el riesgo de ser evacuadas por un cambio de dirección de las llamas. A primeras horas de la tarde, el comandante de Protección Civil, Luís Belo Costa, anunció que todos los incendios estaban ya extinguidos excepto uno, "donde el 40% de su superficie afectada aún no está controlada".
El Gobierno ha extendido hasta el martes la alerta máxima en la zona centro y norte del país por peligro de incendios. Las temperaturas van a seguir aumentando y, aunque los vientos no son especialmente virulentos, la sequedad del terreno y la falta de lluvias incrementa el riesgo. A las tareas en tierra se sumaronn hidroaviones y una veintena de militares, junto a cuatro excavadoras para trazar los cortafuegos.
En la última comparecencia del día, a las 21 horas, el comandante Belo Costa no se mostró tan oiptimista como horas antes. El fuego se había descontrolado y había llegado a algunas casas de aldeas. "Hemos pasado a tener fuego donde las fuerzas estaban menos preparadas", admitió. El comandante describió el fuego como "muy grave" y de "extrema violencia". "Hay casas quemadas pero no sabemos cuantas". El agravamiento de los incendios ha ocurrido al caer la tarde cuando ya los hidroaviones habían dejado de volar.
A diferencia del desastre de 2017, no ha sido necesario pedir auxilio aéreo de países extranjeros y, además, fuerzas militares se han incorporado a los trabajos de extinción casi desde el primer momento, algo novedoso en la historia contra incendios del país, donde el Ejército no tiene un cuerpo especializado en estos trabajo ni acude casi automáticamente en cuanto se le reclama, como ocurre en España y, concretamente, en Galicia, comunidad que ha sido tomada como ejemplo en su batalla contra el fuego
A raíz de los incendios de 2017, se creó una comisión de expertos para analizar lo que había fallado y los remedios que había que tomar. En este tiempo, se ha insistido en la importancia de la limpieza de los bosques —se imponen fuertes multas a propietarios de bosques y casas en zonas naturales—, en la reducción de la superficie de eucaliptus, pero también en el mando único anti incendios y en la colaboración del Ejército con unidades especiales.