Nuevo Laredo, Tam.- El Covid-19 ha cobrado una factura en los niños quienes con un largo encierro de ocho meses y la falta de convivencia, juegos en exterior y otras actividades, han comenzado a tener cambios en su estado de ánimo, entre ellos, la presencia de rabietas con mayor intensidad, baja tolerancia a la frustración, enojo e incluso la agresión.
Además, alteraciones en la alimentación y el sueño, pues los pequeños han permanecido lejos de una rutina ya establecida como lo era asistir a clases, los juegos y convivencias con sus amigos, maestros y otros integrantes de la familia.
“Pasaron de tener un orden y organización en sus días donde se levantaban a cierta hora, iban a clases, regresaban a casa y comían; realizaban sus deberes y en algunos casos también asistían a clases extra como la práctica de algún deporte, todo con horarios específicos”, expresó la psicóloga Karina Hernández.
Destacó, que tanto niños como adolescentes asistían a la escuela de forma presencial, ver a sus maestros, amigos, así como intercambiar información, jugar, relacionarse entre otros aspectos, que permiten un mayor y mejor logro de sus aprendizajes les da la oportunidad de regular su conducta; sin embargo todo está totalmente relacionado con el contexto familiar y la manera en que los adultos estén manejando el confinamiento.
“El coronavirus es inevitable que afecte en cierta medida a los niños, pero el que tenga o no un mayor impacto, dependerá de la información que los padres de familia compartan con sus hijos, sobre lo que ocurre dentro o fuera del hogar, pues el estado emocional de un niño, también es el reflejo de los padres”, destacó.
La psicóloga Karina Hernández recomendó a los padres de familia brindar estabilidad a los menores, siendo congruentes en lo que se le pide al niño o adolecente, por ejemplo si se busca orden, se debe ser ordenado. Pregonar con el ejemplo.