A mediados de enero un derrame de petróleo, originado durante actividades de una refinería de Repsol, tiñó de negro el mar de la costa central de Perú. Con los días, la cantidad de crudo vertido al océano ha ido incrementándose hasta llegar a por lo menos 11 mil 900 barriles derramados, casi 2 millones de litros.
Los daños son incalculables y el panorama de responsabilidades es aún incierto en un país que acaba de nombrar ministro del Ambiente a una persona sin experiencia en el sector.
Esta es la historia del hoy considerado el peor desastre ecológico de la historia reciente de Perú.
El volcán de Tonga
La primera alerta fue emitida por ciudadanos y pescadores que el 15 de enero detectaron un fuerte olor a combustible, vieron olas ennegrecidas y animales muertos en las playas del distrito de Ventanilla, uno de los siete que forman la provincia del Callao, en la costa central peruana, a 14 kilómetros del centro de Lima.
El derrame había comenzado la noche anterior, cuando trabajadores de la refinería La Pampilla, operada por la multinacional española Repsol, en Ventanilla, descargaban combustible de un buque.
Entonces, según una versión de la empresa, se produjo un “oleaje anómalo” provocado por la erupción de un volcán submarino en Tonga, en la Polinesia, que impactó el buque y forzó el vertido.
Las autoridades han desmentido que ese oleaje se haya producido en el mar peruano y creen que el derrame pudo haber ocurrido a causa de una maniobra de la tripulación.
Al principio Repsol informó que sólo se habían derramado siete galones de petróleo –unos 26 litros–, pero luego el Ministerio del Ambiente dijo que se trataba de 6 mil barriles.
Hasta el 22 de enero ya eran 1.8 millones de metros cuadrados de franja de playa afectados y 7.1 millones de metros cuadrados de mar, similar a más de mil 200 canchas de futbol.
Una semana después, sin embargo, las autoridades informaron que por lo menos fueron 11 mil 900 barriles de crudo vertidos al mar. El daño era aun mayor.