Acaba el sueño, viven pesadilla
A Guadalupe y su hija de cuatro años les llevó 17 días recorrer mas de 2 mil 100 kilómetros desde Guatemala, hasta McAllen, pero en cuestión de cuatro horas estaba de regreso en su país.
TALISMÁN, Chiapas.- Ni la lluvia impidió que el Instituto Nacional de Migración (INM) expulsara nuevamente a cientos de migrantes que llegaron a Chiapas luego de ser deportados vía aérea desde Estados Unidos, como ha ocurrido en los últimos días.
A Guadalupe y su hija de cuatro años de edad les llevó 17 días recorrer mas de 2 mil 100 kilómetros desde Puerto Barrios, Guatemala, hasta MacAllen, Texas, pero en cuestión de cuatro horas estaba de regreso en su país.
La aeronave, procedente de esta ciudad texana, aterrizó a las 17:53 hora local en el Aeropuerto Internacional de Tapachula, donde ya esperaban siete autobuses con agentes migratorios y dos patrullas de la Guardia Nacional.
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Enseguida, los centroamericanos, muchos de ellos con niños, descendieron de la aeronave Boeing B733 de la empresa Aero Airways, y fueron abordados a los camiones para después ser trasladados vía terrestre al Puente Internacional de Talismán, en el municipio de Tuxtla Chico.
Una intensa lluvia, que hizo poco visible la carretera, sorprendió al convoy a mitad de los 35 kilómetros que recorrieron de un punto a otro, por lo que las unidades redujeron la velocidad.
Una vez en la frontera entre México y Guatemala, los agentes migratorios no esperaron a que cesara la precipitación, sino que apenas disminuyó unos minutos, y ordenaron que los migrantes descendieran de los vehículos y que caminaran por un pasillo enrejado hacia territorio guatemalteco.
Aunque portaban cubre bocas, la mirada de los migrantes denotaba confusión y desconsuelo. Muchos no sabían ni a que parte de Estados Unidos habían llegado y mucho menos en qué parte de Guatemala los estaban aventando, según sus testimonios.
“(Nos trataron) mal, aguantamos frío todas las noches, no sabemos (ni donde estábamos). Estuvimos cinco días (detenidas en Estados Unidos)”, dijo Guadalupe mientras jalaba a su pequeña de una mano.
La mujer, que portaba un brazalete de papel con un código de barras que le pusieron durante su corta estancia en Estados Unidos, lamentó que no le hayan dado la oportunidad de pedir asilo.
Tras cruzar un torniquete, los migrantes se enfilaron hacia El Carmen, el lado guatemalteco del punto fronterizo, donde de inmediato fueron atosigados por agentes informales que cambian divisas, los cuales les ofrecían 35 quetzales por 100 pesos mexicanos, o 7 quetzales por un dólar.
“Es duro porque el camino no es fácil, se sufre para llegar allá (Estados Unidos), se aguanta hambre”, dijo un joven que fue deportado con su esposa y su niña de dos años de edad.
La lluvia arreció de nuevo, los hombres y mujeres con sus hijos huyeron del Puente Internacional y se adentraron en El Carmen en busca guarecerse bajo techados de comercios de abarrotes, ropa y hoteles de la zona.
Otros, cargando apenas una mochila o una maleta de mano, corrieron bajo el torrencial y se dirigieron directamente a la terminal de taxis y colectivos para seguir su camino hacia Malacatán, perteneciente al Departamento (Estado) de San Marcos, y de ahí seguir a distintos puntos del territorio guatemalteco.
Un grupo numeroso abordó un viejo camión que les cobraría 130 quetzales, 335 pesos mexicanos, para llevarlos a la capital de su país, y de ahí seguir hacia el otro extremo, como el caso de Guadalupe y su niña, que viajarían hacia la frontera con Honduras. Dos mujeres tendieron unos cartones en la banqueta de una tienda de novedades para darles de cenar una galleta y jugo a sus hijos, dos cada una, en tanto pasaba el temporal.
CON LOS ‘PATEROS’ A SALDAR LOS COMPROMISOS
En el otro lado de la acera un hombre lloraba mientras abría una bolsa de plástico donde guardaba un pañal para cambiar a su hijo de unos tres años de edad.
“Fue difícil, no estoy en condiciones de hablar”, dijo el guatemalteco con un nudo en la garganta.
Cuando todos los migrantes fueron expulsados, los autobuses de la empresa ETN Turistar dieron la vuelta y regresaron a Tapachula.
Antes, a las 19:15 horas, el Boeing ya había despegado del Aeropuerto Internacional de Tapachula de regreso a Estados Unidos, mientras que en la frontera guatemalteca los deportados murmuraban entre ellos que habían contraído deudas para pagar el coyote que los llevó hasta la frontera norte.
Externaban su preocupación por no saber cómo saldarían esos compromisos, regresarían mientras a su casa y pensarían si valdría la pena intentarlo de nuevo, contaron.