×
buscar noticiasbuscar noticias

Un paseo por Afrodisias, la joya secreta de Turquía

Un teatro con 2.000 años de historia, restos de templos, viviendas, una piscina... La fascinante historia de un yacimiento descubierto a mitades del siglo XX por el fotoperiodista turco Ara Güler, que documentó cada rincón de la ciudad en ruinas

El arco Tetrapylon en el yacimiento de Afrodisias (Turquía).Un paseo por Afrodisias, la joya secreta de Turquía

La costa turca del mar Egeo ha visto pasar a lo largo de los siglos a todas las civilizaciones mediterráneas. De los hititas a los persas, desde la Grecia jónica hasta la Roma imperial, del impero bizantino al otomano. No es de extrañar que en ella surgieran ciudades fabulosas cuyas ruinas son hoy parada obligatoria en todo circuito turístico por Turquía: Troya, Pérgamo, Éfeso... Pero más allá de esos celebérrimos yacimientos en los que a diario se detienen decenas de autobuses, surgen de repente otros más desconocidos —que no menos importantes—, y que se pueden disfrutar aún en la soledad desaparecida ya en esos otros lugares de turismo masivo.

Ese es el caso de Afrodisias, una ciudad menor dentro del mundo grecorromano si la comparamos con las anteriormente citadas. Se encuentra cerca de la actual localidad de Geyre, provincia de Aydin, al suroeste del país, y son varias las curiosidades que hacen de su visita una de las delicias escondidas de cualquier recorrido por esta zona occidental de Asia Menor.

La primera singularidad fue su descubrimiento. Mientras que las excavaciones científicas de Éfeso, por ejemplo, se remontan a 1863 o las de Pérgamo a 1878, de Afrodisias nadie sabía siquiera de su existencia bien entrado el siglo XX, más allá de unas catas arqueológicas que hizo en la zona un equipo italiano en 1937. Fue una casualidad lo que la puso en el mapa. El fotoperiodista turco Ara Güler, miembro de la agencia Magnum, visitó la región en 1958 con el encargo de documentar una presa recién construida. A Güler le sorprendió que los vecinos de la aldea de Geyre, donde paró un día a descansar, vivieran rodeados de piedras clásicas. Pisaban la uva en un sarcófago de mármol, se sentaban a beber té y charlar en torno a un narguile en un improvisado banco que parecía sacado de un teatro clásico, usaban restos de columnas y de capiteles para la construcción de sus casas. Cuando les preguntó que de dónde salía todo aquello le enseñaron una zona de colinas pedregosas donde solían llevar al ganado. Güler alucinó cuando vio burros y ovejas pastando en lo que a todas luces era un estadio romano. O delicados capiteles corintios usados como cerca de corrales.

imagen-cuerpo

El teatro romano de Afrodisias.

Fotografió todo aquello y lo mandó a la revista Time, que lo publicó. Las imágenes causaron sensación en la comunidad arqueológica internacional y muy en especial a un arqueólogo turco, Kenan Tevfik Erim, que rápidamente acudió a visitar el yacimiento. Erim quedó fascinado con las posibilidades de lo que allí vio y tras conseguir financiación de la Universidad Metropolitana de Nueva York comenzó las excavaciones. Era 1961. No pararía de desentrañar los secretos de la ciudad olvidada hasta su muerte, en 1990. De hecho, está enterrado allí, a la entrada de las ruinas a las que dedicó tres décadas de su vida.

Afrodisias nació en época asiria como un templo dedicado a Ishtar, su diosa de la belleza. En el siglo III antes de Cristo, durante el periodo helenístico, mutó a santuario de Afrodita, en torno al cual empezó a crearse un pequeño núcleo urbano. Y con la anexión de Grecia a la República romana, el santuario mutó nuevamente de deidad, esta vez a Venus. Afrodisias solo fue una ciudad de segundo orden en el imperio de Roma. Apenas llegó a contar con 50.000 habitantes, sin embargo, tenía un estadio con capacidad para 30.000 espectadores, un teatro donde cabían otros 8.000 y lujosas construcciones como el arco tetrapilón que daba acceso a la Vía Sacra por la que los peregrinos llegaban al templo de Afrodita y que ahora puede verse reconstruido, incluyendo el 80% de sus delicados frisos, columnas y capiteles originales.

Su fama y prosperidad tuvieron dos razones de ser. Por un lado, la protección y favores otorgados al santuario de Afrodita/Venus por muchos dirigentes romanos, de Sila a Julio César, Augusto, Claudio o Nerón, ya que la familia de los Julios (gens Julia) se consideraba descendiente directa de Venus. Por otro lado, la escuela de escultores que floreció en la ciudad al albur de unas canteras cercanas del mejor mármol y que la convirtió en uno de los grandes centros de la escultura de la Roma clásica, cuyas obras se exportaban a los cuatro confines del imperio. Algo que se puede apreciar en la deslumbrante colección de tallas que se exhibe en el museo anexo a las ruinas e incluso en la propia excavación. Y no solo de estatuas religiosas o civiles: en Afrodisias se esculpían también los más reputados sarcófagos de Asia Menor, decenas de los cuales reposan aún al aire libre en el camino pavimentado de acceso al yacimiento.

imagen-cuerpo

Vista aérea de la antigua ciudad de Afrodisias.