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La inercia como ‘gran política’
La Política de la sin Razón. La razón nos dice que en la arena de lo político la razón cuenta poco, especialmente en el caso de México.
La construcción de lo razonable no ha podido franquear la barrera que lo separa de lo social. Hace dos milenios y medio Platón imaginó que sería posible dar forma a un sistema político creado y sostenido por el raciocinio. Para demostrarlo, el pensador ateniense dio forma a una de las primeras utopías pero nada más.
En el mundo occidental el Renacimiento y “El Siglo de las Luces” impulsaron la última ola utópica -a la Revolución Mexicana todavía le salpicó algo de eso en las discusiones de la Convención y el constituyente de Querétaro entre 1914 y 1916. Finalmente, la idea de subordinar el poder a la equidad y a la justicia quedó hecha polvo por las brutalidades e irracionalidades del siglo pasado. Hoy, la guerra civil sin sentido en Siria se ha cobrado más de 200 mil víctimas, tampoco se vislumbra una solución racional al añejo problema palestino-israelí y la guerra del Estado Islámico para establecer un califato en el Medio Oriente ha adquirido un carácter demencial. En fin, ya no hay utopías, ni siquiera intentos realistas, razonables y honestos por lograr una forma de convivencia social basada en una disminución de la desigualdad y la injusticia.
Entre nosotros, el último gran ejemplo de irracionalidad y brutalidad y conocido ya en todo el mundo, se ha dado en Iguala. Y esa muestra de barbarie tiene antecedentes: la suma de personas desaparecidas (23 mil, desde 2007) y los cien asesinatos diarios, en promedio, de los primeros 19 meses del actual sexenio, (cifras del Sistema de Seguridad Pública). Pero la sin razón también está en la “política normal”, en la montada en una inercia caracterizada por la corrupción, la desigualdad, la mediocridad, la irresponsabilidad y la injusticia.
El Futuro Inmediato. En materia política, el futuro inmediato de México está predeterminado por no haber hecho nada significativo en el pasado para modificar las inercias. Claro que siempre está el factor de lo imprevisto, de la “fortuna” a la que se refirió Maquiavelo, como componente de cualquier proceso político. Pero depender de la fortuna para cambiar lo que evidentemente está mal no es precisamente ejemplo de racionalidad.
Como sea, lo imprevisto puede provenir de las movilizaciones de quienes están hartos de la inseguridad y de la corrupción descarada y sin medida que caracteriza nuestra vida pública. En México, lo imprevisto también ha sido propiciado por coyunturas electorales y en 2015 hay una cita con, o un rechazo, a las urnas. La economía mexicana también ha sido muestrario de lo inesperado, en particular por su dependencia del imprevisible factor externo.
Lo que Pudo Haber Sido. En medio de los escándalos de corrupción que agobian a su país, el nuevo rey de España, Felipe VI, dijo, en la entrega del premio Príncipe de Asturias: “la sociedad necesita referencias morales a las que admirar y respetar”. Allá, el rey pareciera dispuesto a ganarse ese derecho, pero acá simplemente ya no hay dentro del actual aparato de gobierno ninguna figura admirada o respetada ni posibilidades de que llegue a serlo. Y eso no es mala suerte, sino resultado de una política deliberada e irracional de los dos sexenios pasados.
En el nuevo siglo, la sociedad mexicana logró un cambio político que tenía todo el potencial de ser un parte aguas histórico. Sin embargo, la mediocridad, la cobardía, la corrupción y la falta de una racionalidad de largo plazo de quienes encabezaron lo que pudo ser un nuevo y brillante capítulo de la historia política mexicana, echó a perder la “transición democrática” y al cabo de doce años todo desembocó en la restauración del PRI, en el retorno del pasado pero en un entorno distinto.
Después del 2000 los panistas y la élite del poder decidieron no correr el riesgo de alternancias entre izquierda y derecha y se propusieron desvirtuar el sentido del proceso de cambio. Para la cúpula del poder político y económico la alternancia sólo era aceptable entre variantes de la derecha. Para ellos, la izquierda representada por Andrés Manuel López Obrador tenía la capacidad de movilizar a los sectores populares y eso la convertía en “un peligro para México”. Prefirieron el retorno del PRI a la posibilidad de poner al día la aberrante estructura social mediante el uso a fondo de la movilización por la vía de una competencia electoral genuina.
Hoy ya quedó claro que el auténtico “peligro para México” fue haber incubado hace un decenio un sentimiento de temor a una alternancia si esta incluía a la izquierda. El peligro que los “dueños de México” creyeron evitar en 2006 y 2012 ha desembocado en una gran frustración colectiva -las encuestas lo demuestran- y en la posibilidad de movilizaciones desde la base pero sin liderazgo claro, donde el sentimiento fundamental es más el rechazo a lo que existe y menos una idea de futuro.
El resultado es un régimen hibrido, sin dirección, sin convicción, atrapado en su propia maraña de corrupción e incapaz de proveer esas “referencias morales a las que admirar y respetar” que toda sociedad necesita para tener confianza en sí misma e imaginar un futuro mejor.
RESUMEN: “EL TEMOR DE LOS PODEROSOS A LAS MOVILIZACIONES BASTANTE CONTROLADAS DE 2006 Y 2012 NOS HA LLEVADO A LO QUE TENEMOS HOY: LAS MOVILIZACIONES ESPONTANEAS DEL RECHAZO Y DEL HARTAZGO”.